El pasado martes, a última hora, se desplomó parte de la fachada principal y estructura de un antiguo palacio situado en el Barrio Húmedo de la Villa de Realengo de Arévalo, cabeza de la Universidad o Comunidad del mismo nombre en la Provincia de Ávila.
La casona fue construida en el siglo XVII y situada en la calle del Arco de Ávila. Es el último edificio de este ínclito linaje arevalense, para más señas el de los Montalvo Monjaraz. El edificio llevaba años abandonado y su derrumbe era algo previsto. Incluso los vecinos y asiduos del alfoz intentaban no pasar cerca del mismo. Afortunadamente el derrumbe, que se ha producido en dos tiempos, comenzando a las 23.35 horas del martes 12, cuando la calle estaba prácticamente vacía.
En su momento, después de que fuera la casa solar de esta noble familia se convirtió en Casa Cuartel de la Guardia Civil.
Son numerosas las quejas y denuncias de los vecinos hacia la administración local, encabezada por el regidor socialdemócrata Francisco León de la dejadez en la que se encuentra el patrimonio histórico de la Villa, ya que son muchos los palacios, casonas e iglesias en estado de lamentable ruina.
Arévalo es una ciudad preñada por la historia. Cargada de sitios y momentos emblemáticos que, por Gracia de Dios, han sobrevivido a los conflictos del XIX y XX y la desamortización. Pero hay algo ante lo que están sucumbiendo y es la destructora modernidad. Se suceden los alcaldes de un partido y otro, y mientras se dedican a enturbiar los gobiernos del oponente son incapaces de dar solución a la decadencia.
Pasear por Arévalo y ver el derrumbe de la Casona de los Montalvo se ha convertido en el vivo reflejo de la situación de Castilla y las Españas. Iglesias vacías, viviendas de la mejor España Barroca, del Siglo de Oro que están abandonadas o convertidas en cuadras. En los últimos años destaca la profusión de nuevas ediciones feas y estériles que nada tienen que ver con un pasado majestuoso y cuyo ideal era la Fe y la obediencia de un orden justo y natural.
