La economía en manos de los peores

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Hace más de una semana el conglomerado de redes sociales llamado Meta de Mark Zuckerberg emitía un comunicado amenazante: «Si no se adopta un nuevo marco de transferencia de datos es probable que no podamos ofrecer varios de nuestros productos y servicios, como Facebook e Instagram, en Europa».

Se trata de presionar a la Unión Europa para que esta permita establecer el flujo de datos de los usuarios a los servidores estadounidenses. Supuestamente, si las demandas no se cumplen, estas redes sociales abandonarían el continente. Meta se encuentra desde 2020 en una guerra por hacerse con el control total de los datos frente al Tribunal de Justicia Europeo. Este organismo hace casi dos años prohibió la exportación de datos a Estados Unidos porque Meta «no garantizaba seguridad y protección a la privacidad de las personas que tienen actividad en estas plataformas».

Gran cantidad de ciudadanos se han alarmado y exigen una protección eficiente de los datos –su información básica y el rastreo de su actividad en las plataformas–, creyendo que así frenan de alguna manera el poder de este conglomerado. La realidad es que su poder no radica solo en la información que poseen, sino en su papel cada vez más importante dentro de la economía de los países. Muchas personas han encontrado en estas plataformas su fuente de ingresos convirtiéndolo en su trabajo como los llamados influencers o «generadores de contenido». Así mismo, muchos negocios ofrecen sus servicios a través de estos espacios digitales.

El negocio billonario de Meta radica en el suministro de datos de las personas al mercado publicitario. Así, tanto las marcas millonarias multinacionales como muchos negocios pequeños recién nacidos en este trágico «mercado» han basado su negocio en torno a estrategias publicitarias en las redes sociales, lugar donde captan clientes gracias a la inversión para promocionarse en estos sitios. Hay mucha preocupación porque los datos viajen a Estados Unidos, pero ¿Por qué se está pasando por alto la dependencia económica que se está creando en torno a estos conglomerados? La preocupación sobre este asunto parece nula. Las políticas de las democracias liberales han permitido que agentes externos se adueñen de la economía de los países. Esta dependencia será cada vez mayor.

¿Quién podrá entonces ser capaz de frenar sus intenciones de manejar los datos si son un factor clave en los ingresos de miles de personas? El liberalismo ha traído este panorama en el cual la economía regional se ha perdido. Los ciudadanos, inmersos en este sistema, terminan por depender de las compañías multinacionales que se están transformando en agentes esenciales para la actividad económica. El metaverso parece ser inevitable, ese mundo virtual que pretende sustituir a la realidad y establecerse como el centro económico de las sociedades.  

Mientras Meta por medio de sus redes sociales siga ganando terreno y se le permita establecerse como un agente crucial para el sustento económico de miles de personas, podrán implementar más medidas y acciones corruptas. Esto no se resuelve privándolos del flujo de datos, sino atacando la raíz del problema, que es el sistema económico liberal que lo permite todo: una concepción fanática del progreso y deshumanizadora del consumo, los bienes y la riqueza. Los gobiernos, además de no atacar esa verdadera causa de los males, la abrazan como el pilar de sus constituciones.

Luis A. Brito, Navarra