Intempestivas contra la Ley Trash (IV): La primer hombre

uno de los títulos de nobleza más deseables en nuestra moderna sociedad es el de «primera mujer que»

Patricia Ortega, la primera mujer General. Foto: La Vanguardia

No tardará mucho, anunciábamos en nuestra última Intempestiva en publicarse la narración de una violenta agresión de un hombre a su compañera sentimental[1] que resulta, aplicación de la Ley Trans mediante, no ser, primero, más que una vulgar riña de lesbianas. Y, después, la sorprendente y brutal agresión de un hombre por parte de su compañera. Todo esto sin que los hechos hayan sufrido la menor modificación. Será la primera de muchas historias, que serían cómicas si no fuesen reales.

Gracias a la nueva Ley, vamos a ver muchas primeras cosas.

Ya comentamos que uno de los títulos de nobleza más deseables en nuestra moderna sociedad es el de primera mujer que. Los logros de la Humanidad en su conjunto han perdido toda actualidad y lo interesante ya no es saber quién fue la primera persona que alcanzó el polo Sur; lo interesante es saber quién ha sido la primera mujer en hacerlo, aunque haga cien años que Amundsen lo lograra y que Scott dejara su vida en el empeño y que, entre tanto, cientos de hombres lo hayan logrado sin mayores dificultades. Y todavía las grandes aventuras exploratorias tienen su aquel. Lo que comienza a ser ridículo es la insistencia machacona en que una mujer ha sido elegida, por primera vez, concejala de Villaburros de Abajo o que, por primera vez en la Historia del Cosmos y del Universo Conocido, una mujer toca el violín en la Filarmónica de Vitigudino. Por el amor de Dios…

Más triste me parece que esta tontería acabe siendo directamente perjudicial para la honra y el respeto profesional de las implicadas. Por ejemplo, cuando Margarita Robles (que no ha sido la primer mujer Ministra de Defensa de España; ni la primera Ministra; ni la primera Diputada. Ni la primera nada) se empeña en que el nombramiento de la primera mujer general[2] (que no generala) lleve su firma, para lo cual se salta, por su cara bonita, todos los plazos de la Ley para que una coronel, que ella y el universo mundo sabían que tarde o temprano iba a ascender, vista por fin los galones del mando «supremo». No negaré que sea en virtud de grandes servicios en favor de la Patria; pero, ¿en virtud de qué nos saltamos la ley para recompensarla? En virtud de faldas, hablemos claro.

Tiene su punto gracioso que, en numerosísimos medios, las primeras mujeres que hayan sido mujeres de derechas. E incluso muy de derechas. E incluso antifeministas. E incluso nombradas por Franco. Así, la primera alcaldesa de capital de provincia de España no fue la socialista Clementina Ródenas de Valencia, sino doña Pilar Careaga, de Bilbao. Más facha que Onésimo Redondo. Y a Margaret Thatcher, Angela Merkel, Condoleeza Rice… Y luego ya entramos en el delirio, primera mujer que sucede a la primera mujer que, y ahí tienen Vds. nada menos que la sucesión apostólica en la sede primada de la Iglesia de Suecia.

Todo eso se ha acabado, si la gente utiliza sabiamente los recursos que la Ley Trash pone a su alcance.

Lo cierto es que no deben de quedar ya muchos puestos así con solera que no hayan sido ocupados por una mujer porque, es un hecho patente, de un tiempo a esta parte partidos, asociaciones y grupos de presión varios, se apresuran a nombrar mujeres en todos los puestos rutilantes para poder colgarse la reluciente medalla de primera mujer que. Si Sánchez es listo (y yo siempre me he temido que lo sea), su ambición seráfica no sabrá contentarse con el título de Presidente Más Arrogante de la Historia de España. ¿Por qué no, ínclito Doctor, hacer una visita al Registro Civil y, en unos pocos meses, sin más complicaciones burocráticas, convertirse también en la Primera Presidente del Gobierno de España?

Los cardenales Osoro y Omella, comprometidos como están con las causas que más preocupan a la Cristiandad y a la Santa Madre Iglesia podrían, sin más dificultad, convertirse, respectivamente, en las primeras mujeres arzobispo de Madrid y Barcelona. No habría, en principio, obstáculo canónico alguno: la legislación eclesiástica ignora por completo el concepto de género auto percibido, por lo que un señor que se convierta en señora en el ámbito civil sigue siendo, en principio, señor, para el fuero eclesiástico.

Feijóo primera líder del PP; Letizia primer rey consorte del «rey» consorte[3] de España; Leonor, en un alarde de buen juicio, convirtiéndose en «Príncipe de Asturias» y solucionando, de antemano, un hipotético conflicto sucesorio… Y cuando hayamos agotado todos los pionerismos femeninos, no hay más que darle la vuelta a la tortilla y comenzar otra vez: el primer hombre que… O, mejor aún, rizando el rizo, con posibilidades infinitas: la primer mujer que, siendo hombre, fue el primero que…

(Continuará).

[1] A lo mejor eso es parte del problema, claro. Intenten Vds. citar a San Pablo en clave posmoderna: «y el hombre se unirá a su compañera sentimental y serán los dos una sola carne…»

[2] Habría tanto que decir… Para empezar, que la primera almiranta la nombró D. Felipe II, pero no le vamos a quitar la ilusión a la flamante general.

[3] No, no es un error.

G. García-Vao

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