Unos versos geniales de Víctor Balaguer (1824-1901), cuya significación política me abstendré de valorar dejando que hable sólo el poeta, me permitirán lanzar una idea al aire en este suelto breve. En su poemario «Celistias», el trovador de Montserrat nos canta: «Cuando al hombre le erigen una estatua / sus deudos ó su patria agradecida, / alzándosela en vida le dan muerte, / alzándosela en muerte le dan vida».
Son, en efecto, cada vez más las estatuas que hoy se erigen al Carlismo y la Hispanidad por quienes se presentan, en sus ideas, relaciones y trayectorias, como sus enemigos irreconciliables. Hace no mucho leí en un medio demócrata-cristiano una sorprendente vindicación del Carlismo. Menos tiempo aún hace que escuché a un politicastro entetado en un partido europeísta alabar el esfuerzo «cultural» (la cultura o es prepolítica, como decía Galarreta, o es un señuelo) y civilizador de la monarquía hispánica. En buena lógica balagueriana, si algo demuestran sendas anécdotas es que el Carlismo y la Hispanidad siguen vivos y para algunos es preciso darles muerte.
Manuel Sanjuán, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella
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