La enseñanza en casa, una opción viable y nada novedosa

El pintor carlista y su familia, Valeriano Domínguez Bécquer

Entre las consecuencias de la actual sobreabundancia de medios electrónicos están la desmemoria y la pérdida de perspectiva. La nueva ley «de educación» que se cierne sobre la vieja España ha hecho olvidar, por ejemplo, que la Ley General de Educación de 1970 —en pleno franquismo— era ya un proyecto de reingeniería social, a impulso de la UNESCO (y con la complicidad de la entonces recién creada Conferencia Episcopal y del Opus, entre otros). El entonces Inspector General de Enseñanza Media, tradicionalista, presentó su dimisión en protesta por su aprobación.

Las leyes posteriores han sido peores; ésa es la dinámica de la Revolución. Pero aquella ya era pésima. Entre otros muchos males inició la supresión de las pequeñas escuelas rurales, contribuyendo al desarraigo y a la despoblación. E introdujo la escolarización obligatoria. La enseñanza en casa (ese «homeschooling» que ahora algunos creen novedad) fue legalmente suprimida, aunque algunas familias valientes la hayan seguido practicando. Se dio entrada a los presuntos expertos en pedagogía y a las nuevas técnicas de enseñanza: es decir, a ir sustituyendo la enseñanza por los pasatiempos y las ocurrencias.

Como aquellos cambios coincidieron con la catástrofe eclesiástica traída por el Vaticano II, no hubo refugio en los colegios hasta entonces católicos, ni tampoco gran resistencia de las familias. Se dio la paradoja de que en la laicista República Francesa, por citar un ejemplo próximo, continuaron las escuelas privadas «hors contrat» sin apenas requisitos por parte del Estado, mientras que en España se hizo prácticamente imposible mantener las muchas que había de pequeño tamaño, y más imposible aún, sin enormes inversiones, abrirlas nuevas. También al norte de los Pirineos siguió siendo legalmente posible enseñar a los propios hijos en casa.

Estamos viviendo una aceleración de la Revolución y de su reingeniería social. En la misma República Francesa, bajo la presidencia de un empleado de Rothschild, se amenaza ahora con la ilegalización de la enseñanza en casa y con la intervención de las escuelas hasta ahora privadas. La excusa es lo que allí ahora llaman separatismo, que viene a ser lo que los tradicionalistas condenamos como comunitarismo liberal.

Pero la enseñanza en casa no constituye necesariamente comunitarismo. Ni puede condenarse como tal las medidas necesarias para la correcta educación de los hijos. En muchos lugares los tradicionalistas la practican desde hace décadas, con considerable facilidad y con éxito académico. Escolarización no es sinónimo de enseñanza. A guisa de ejemplo: en España, antes de la citada Ley General de Educación de 1970, se hacían dos grandes exámenes, las reválidas (o reválida e ingreso). A los primos mayores de quien esto escribe los preparaba nuestro abuelo, sin ninguna formación específica él mismo, con resultados excelentes. Voluntad y sentido común eran más que suficiente.

En la actual situación, la enseñanza en casa es una opción legalmente difícil, pero no imposible. Existen maneras de sortear los obstáculos. A ellas dedicaremos un segundo artículo, si Dios quiere.

Gerardo Prendes, Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella de Asturias.