Es cierto que el linchamiento a Pedro Sánchez y al Jefe de Estado Felipe fue un acontecimiento histórico. Sólo viene a la mente un acontecimiento semejante: aquella turba de la revolución del 68 cercando el palacio de Isabelona.
Hay una diferencia notable. La revolución y aquel motín del 68 estuvieron cocinados, pero el linchamiento en Paiporta el 3 de noviembre, no. En el origen del primero, como a comienzos de todo movimiento multitudinario en la revolución, hay un elemento popular. Pero lo popular fue rápidamente disuelto, facturado y conducido con un espíritu químico hacia los intereses revolucionarios. Y es que, en aquel entonces, la Isabelona había quedado amortizada como el monigote de la revolución que era y resultaba una rémora. Por eso el mismo progreso revolucionario quiso librarse de ella.
Paiporta ha sido, muy al contrario, revuelta popular. La expresión de la calle se conservó aún con su seno orgánico. No debemos hacernos el cuento de la lechera, pero es obligado distinguir. El arrojo de los vecinos, y de los españoles de todos los lugares venidos para ayudar, fue un acto de ira noble, y de reclama justa y naturalizada. Esa reacción brusca del domingo, día del Señor, brotó, como un eco, de la misma honestidad que brillaba en el grito del Palleter, héroe contra los franceses de la misma localidad. Honestidad remanente, de la que aún quedan reservas por exiguas que parezcan.
Como otros han dicho, en aquel tumulto hay reflejo patente del espíritu de la francesada y de las carlistadas. Porque ése es el espíritu valenciano, y el espíritu español. Espíritu de una patria antaño cristiana, asentada en sus costumbres venerables, leal a un verdadero rey que es gobernante católico. Justamente éste es el elemento popular verdadero que se aprecia en el linchamiento. Súbito arranque, saltó a borbotones como la ira triste de la riada.
Es un ¡basta ya!, un ¡se acabó! Pero no un basta ya cualquiera. Se dice desde un lugar, que es el recuerdo de la naturaleza y de la tradición. Más vivo de lo que parece, más firme frente al lodazal, cala más que el agua, más resistente de lo que pensaban el presidente y el jefe de Estado.
Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid
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