Baño de sangre

EFE

100.000 niños fueron asesinados antes de nacer en 2019. Las cifras se publican con un año de retraso, por lo que este 2020 ha debido de ser igual o aún más sangriento. En España, un quinto de los niños son inmolados en el altar del individuo: el único «altar de la patria» que hoy existe.

Un millón de infantes han ardido en abortorios desde 2010. Casi dos millones de españoles aniquilados desde el año 2000. Los criminales materiales son madres infanticidas, médicos perjuros, padres, abuelos y familiares indolentes, amistades cómplices. También los activistas proaborto, responsables de cada uno de esos asesinatos.

Pero todos están instigados por un mismo espíritu. Rinden a sus vástagos como incienso en aras de su soberanía individual, de su comodidad, de su placer, de su libertad. Su único credo es el capricho, y el único dios es uno mismo. Porque pretextos y motivos los hay de diversa clase, pero sólo esa religión justifica como derecho la matanza del inocente.

La religión que usurpa España es aquélla que impugnaba el apóstol: «su Dios es su vientre». Donde todos los feligreses, ciudadanos del siglo XXI, se conducen exclusivamente por su capricho, por su provecho. Ellos mismos son el fin de todas las cosas, para ellos está puesto el mundo, en ellos toma sentido, empieza y acaba toda la existencia. Ellos matan a sus hijos o los tienen, si quieren y porque quieren. Ellos se matan a sí mismos o se dejan vivir, si quieren y porque quieren. Ellos, naturalmente, matan a sus mayores, los encierran en una residencia o los dejan vivir, si quieren y porque quieren.

Éste es el falso credo que envenena a España. Erigirse uno mismo en Dios, como si fuese principio y fin de todas las cosas, centro de la realidad entera. El egoísmo no es causa, es consecuencia; la envidia no es la causa, es la consecuencia; la sospecha y la inquina no son la causa, son la consecuencia.

Este credo es la razón de que disfrutemos de la España «más social de toda la historia». Por él nos vemos arruinados: sin casa, sin familia, sin vecindad ni amistad. Sin trabajo, sin justicia del patrón ni apoyo del compañero. Con la patria esclava de la deuda, con cientos de miles de negocios arruinados en un año, forzados a la emigración. Donde se vulneran la patria potestad, o un intruso conculca fácilmente la propiedad de la casa familiar. Donde la jubilación se traduce en eutanasia e incluso nacer es una lotería incierta.

Hasta el más desvalido puede ser sacrificado al capricho individual en la España más protectora y social de la Historia.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid