Vivimos al presente los primeros días de la Cuaresma. Tras la primera dominica del 21 de Febrero y la imposición de las Cenizas el Miércoles anterior, se ha inaugurado el tiempo más importante del año cristiano hasta la Pasión de Cristo en la Semana Santa.
En 2020, usando el pretexto de una epidemia, los gobernantes, tristemente secundados y hasta alentados por la descarriada jerarquía de la Iglesia, prohibieron toda manifestación comunitaria de vida religiosa. En definitiva, se dio primacía al bien del cuerpo sobre el bien del alma.
Utilizando los asfixiantes medios de propaganda (mal llamados de comunicación), y una legislación absurda y tiránica, obligaron a suspender todos los actos religiosos que son propios de nuestra fe, y que están profundamente ligados a la tradición de todos los reinos de las Españas.
La vivencia comunitaria de la Fe es parte tan esencial de la religión, que sin ella se mustia y se apoca la fe personal. Intuyendo esto los mismos revolucionarios sentados en las poltronas del desgobierno, piensan continuar su tarea de siglos de ataque a Dios y a los hombres: han visto la ocasión propicia de utilizar una enfermedad para impedir todas las procesiones, todas las devociones, todos los sacramentos, que en este mundo necesitamos aún más que un náufrago su rescate.
Sin embargo ellos entienden que no sólo deben prohibir la Religión Católica, sino que desearían reemplazarla por idolatrías terroríficas, si su soberbia lo permitiera. Al mismo tiempo, por ejemplo, que se mandaban suspender las santas Misas, se alentaba la celebración de procesiones ideológicas como las del 8 de Marzo.
Mientras la manifestación de la Pasión de Cristo, con sus tesoros de siglos, era impedida, en las procesiones de las ciudades, se llamaba en masa a los pueblos a rendir homenaje al ídolo de la Democracia. Mientras se proscribió la celebración en familia de la Navidad, se obligaba a proseguir sujetos a la servidumbre del Estado y de su burocracia, reuniéndose muchos pobres desconocidos esclavos, en los templos de la Administración, para cumplir religiosamente con los trámites obligatorios.
No sólo debemos caer en la cuenta del significado de los mandatos de los gobernantes, sino cumplir con nuestro deber con Dios y con nuestra patria, y no consentir que impongan la revolución para reemplazar nuestra Religión y nuestra Tradición. Este año, en que utilizarán los mismos pretextos que el anterior, debemos armarnos de valor como hicieron tantos gloriosos cristianos en tiempo de persecución, y preferir padecer por Cristo los ataques de los tiranos para no consentir en la abominación de la idolatría.
Gabriel Sanz Señor, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid