Todos conocemos ya el slogan utilizado por la candidata del PP en su campaña para las elecciones autonómicas madrileñas, que quiere rememorar quizá la antigua dialéctica de la Guerra Fría con el afán de arañar votos al sector libertario de su colega de derechas VOX.
Esta táctica del revolucionarismo conservador de apelar al clásico «Yo o el Caos» nos recuerda aquel conocido dilema «Franco o Comunismo», alentado por la propaganda de la época de la dictadura. A esto contestaba el editorial de una publicación de la prensa clandestina legitimista lo siguiente:
«En el mejor de los supuestos, este intento de prolongación indefinida de la actual interinidad política no podría ir más allá de la muerte de Franco; pero muerto ya, política o físicamente éste, ¿qué? ¿Más dictadura, más pronunciamientos? ¿O, de nuevo, el Liberalismo primero, luego el caos, y, para terminar, el Comunismo? Ni nos satisface, por falsa, la fórmula gubernamental de “Franco o Comunismo”; ni, por verdadera, la realidad política a que, de prolongarse la situación actual, quedaríamos abocados: “Franco ahora, y el Comunismo al final de la etapa”» (T. Críticos, 1948).
Lo más irónico de todo es que ni siquiera hace falta esperar a la llegada del Comunismo formal para ver implementados sus programas, pues ya se encargaba el revolucionarismo conservador de llevarlos a cabo. Resulta curioso cómo los países occidentales de la posguerra (incluido el Estado franquista) iban ejecutando casi todos los diez puntos del Manifiesto Comunista de 1848.
Así lo denunciaba el legitimista F. Tusquets en la interesante revista Cruzado Español (1964):
«Al mundo se le está impulsando en un sentido socialista (sea o no marxista) […] También lo creemos cierto [en] los países occidentales […]. La sola diferencia [con los países comunistas] estriba únicamente en los medios escogidos para dar aquel impulso, y en la velocidad o fuerza que se imprime en él: diferencia de táctica, de oportunidad, de madurez, de adaptación a las características especiales de cada país, etc. En los países occidentales, el impulso hacia la socialización se da sin proclamarlo, de una forma más o menos vergonzante, incluso, a veces, negando que ello sea así; y casi siempre, encubriendo o queriendo explicar las medidas adoptadas, para seguir el rumbo socialista, con una bella fraseología técnica que trata de justificarlas y de convencer a los pueblos que son víctimas de ellas. O sea, que en los países [comunistas] se camina más rápida y brutalmente hacia el socialismo y hacia la pérdida de la libertad siguiendo los métodos comunistas. En los países occidentales se va también hacia el socialismo y la consiguiente pérdida de libertad, pero por caminos más lentos, más indirectos, y, sobre todo, más sutiles. […] Es curioso meditar cómo, a la postre de este proceso, si en algunos de estos países occidentales triunfara el comunismo, el gobierno que se implantara tendría que vencer muy pocas resistencias».
Lo que era válido para el Comunismo socializante de antaño, lo es también para el Eurocomunismo globalista y liberalizador de costumbres de hogaño, cuyos programas son consolidados y mejor afianzados por el revolucionarismo de derechas, perfecto complemento del izquierdismo.
Félix M.ª Martín Antoniano, Círculo Tradicionalista General Carlos Calderón de Granada