*** Hoy comienza en La Esperanza una nueva sección dedicada al humor, que bajo el título «¡qué cosas se ven, don Pero!», estará a cargo de nuestro colaborador G. García-Vao***
Don Nuño, padre deshonrado, y don Pero, marido cornudo, acaban de sorprender a su hija y esposa doña Magdalena en muy inconveniente compañía desde su escondrijo en una galería superior de la gruta escogida por don Pedro Muñoz Seca como escena del último acto de su drama La venganza de don Mendo. Cuando, con justa ira, descienden don Nuño y don Pero dispuestos a vengar con sangre sus maltrechos honores, no es a la fresca Magdalena a quien descubren en los brazos amorosos del bello juglar, sino a la propia Reina, entablándose entre ellos el siguientes «aparte»:
Nuño: La Reina, ¡cielos, qué plancha!
Pero: El hierro con furia empuño…
Nuño: ¡Qué cosas se ven, don Pero!
Pero: ¡Qué cosas se ven, don Nuño!
Pues sí, ¡qué cosas se ven!: obras de teatros, noticias, películas, proyectos de Ley y otros escritos humorísticos, telenovelas e intervenciones parlamentarias… El sainete nacional o, si son ustedes algo más redichos, la «comedia humana» en todo su esplendor. Y a menudo vemos todas estas cosas a nuestro pesar pues ni podemos ni nos es lícito cerrar los ojos y las orejas a nuestro presente, si es que de verdad albergamos para él alguna esperanza.
Mas como la mayor parte de estas feas cosas que vemos no podemos ni siquiera vengarlas como don Pero y don Nuño, bien podríamos llegar a deprimirnos y a desanimarnos si no las encarásemos con buen humor.
Nos hemos propuesto, como don Pedro Muñoz Seca reírnos de los locos y de las locuras de nuestro tiempo, mas sin perder nunca de vista que cuando es atacado un Honor mucho más elevado que el nuestro, siempre habrá que restañársele, ya sea porque aquellos locos entren en razón, ya porque los cuerdos suplan sus faltas con sacrificios. Riámonos y que nuestra risa sea siempre germen de misericordia, de oración y, si Dios quiere, de conversión.
Muñoz Seca pagó con su vida sus gracias y sus plegarias. Yo no aspiro a tanto porque no tengo ni la mitad de su talento, pero si ustedes se ríen me daré, también, por bien pagado.
G. García-Vao