Bolivia: reflexiones sobre el 21-F

Agencia de Noticias Fides (ANF)

Este 21 de febrero, se cumplen ocho años desde que «Bolivia dijo No» a la repostulación presidencial de Evo Morales, líder del Movimiento Al Socialismo (MAS). Esa fecha, un referendo permitió consultar a la población si el presidente masista podía seguir postulándose en las elecciones generales o ya no.

En aquel tiempo, Morales, con ya tres periodos presidenciales (2006-2010, 2010-2015, 2015-2019), se consolidaba como el gobernante que duró más años en el poder en la historia de Bolivia. Superó al demagogo que se le parece en los métodos, Víctor Paz Estenssoro, y al mariscal Andrés de Santa Cruz, artífice de la Confederación Perú-Boliviana.

Ya sabemos que, en principio, la democracia como fundamento de gobierno se presta para trampas muy tenebrosas, que pueden ser aprovechadas por los malandros de turno. Demás está decir que ese 21-F del año 2016 no es ni la cuarta parte de lo que debemos lograr para restaurar el Reinado Social de Cristo en la sociedad boliviana.

Sin embargo, se podría matizar, atendiendo a las circunstancias, que es lícito aprovechar los medios que tengamos a nuestro alcance para frenar a la Revolución en la medida de lo posible. Después de todo, en algunos casos (no en todos), si el único lenguaje que las organizaciones internacionales entienden es el del papelito en la cajita, no quedaba de otra más que hablar en su lenguaje aquel 2016 para expresarles nuestra indignación y hacerles saber que los bolivianos no queríamos más al narcopedófilo Morales.

El problema surge cuando nos conformamos con esos pequeños triunfos y, obsesionados por la política electoral, nos alegramos más de la cuenta, creyendo que ya todo está resuelto y que las cosas volverán a la normalidad. Esos pequeños triunfos no deben enceguecernos, pues son solo herramientas bien usadas en circunstancias específicas y que no garantizan ninguna victoria permanente.

Por desgracia, muchos en Bolivia se contentaron con el triunfo del «no» el 21-F y se quedaron estancados ahí. Y por si fuera poco, varios de los promotores de aquella hazaña fueron progresistas que, despreciando al MAS, querían (y siguen queriendo) profundizar la Revolución a su gusto y gana: dijeron no a la repostulación de Evo Morales, pero sí a cualquier otro candidato que impulse más el feminismo o el aberrosexualismo.

Incluso celebrando el 21-F, para un triunfo más duradero, hubiera sido mejor complementar esa victoria electoral del «no» a la repostulación de Morales con un sólido trabajo de propaganda. El presidente masista no logró lo que logró por sus propios méritos: lo favorecieron décadas y décadas de propaganda indigenista y marxista, muy hábil y potente, que hizo a un sector importante de la población boliviana desear un gobernante como Morales.

Los libros de Fausto Reynaga, los periódicos del Padre Luis Espinal, las películas de Jorge Sanjinés: todo colaboró a la generación de un «nuevo sentido común» en la mentalidad colectiva, como decía el vicepresidente masista Álvaro García Linera. Y esto no es nada nuevo, pues incluso antes de que Gramsci sugiriera esos métodos, la ilustración francesa abonó el suelo para que se desencadene la nefasta Revolución de la guillotina durante el siglo XVIII.

A pesar de todo, es cierto que el enemigo es más astuto y sabe cómo contrarrestar con los propios métodos con que le asestamos golpes. Al año siguiente del 21-F, en noviembre de 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia lanzó la sentencia que habilitó a todas las autoridades electas a repostularse de manera indefinida, con respaldo en la Convención Americana de Derechos Humanos.

Quién sabe si, a lo mejor, con mayor presencia contrarrevolucionaria en la cultura, la reacción indignada de la gente hubiera sido más temprana y se habría manifestado ese mismo 2017 en lugar de en octubre de 2019, fecha de las elecciones dieron otro triunfo a Morales y generaron descontento. Los tiempos son clave cuando se trata de ejercer la contrarrevolución, y la resistencia a un régimen injusto implica considerar todos los frentes de batalla posibles, no solo el electoral.

Lucas Salvatierra, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.

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