La falsa reacción hispanista

Pirámide artificial indigenista. Expansión política Méjico

Escribía Federico Wilhelmsen en su libro «El problema de Occidente y los cristianos», que el fascismo en su momento surgió como una reacción al comu­nismo y a la hipocresía o debilidad del mundo liberal de carácter anglosajón, como una nueva tesis a la acontecida entre la dialéctica comunismo-capitalismo, pero siendo más «síntesis en cuanto al capitalismo liberal y al proletariado producido por él que el mismo comunismo», y basta escuchar un discurso de la época de Mussolini para constatar cómo procede a usar al proletariado. Más allá de eso, el fascismo no tiene ningún sentido, carece de personalidad pues es doctrina propia de un movimiento accidental, y «tiene como causa el miedo, no el amor, por eso nunca puede compaginarse con el tradicionalismo», apunta el autor.

En días pasados vimos a grupos «reaccionarios» exhibir banderas con la Cruz de San Andrés y banderas mexicanas junto a la maqueta del templo mayor en el zócalo de la Ciudad de Méjico; fascistizantes, demócrata cristianos, y toda suerte de movimientos liberales que usan ese miedo negativo para reaccionar a la agenda del indigenismo, no poniendo su corazón en la Tradición política que, bajo diversos motivos enunciados en este anterior artículo de La Esperanza, parecen acomodarse fácilmente a esa dialéctica antes expuesta.

Recordemos finalmente con Canals Vidal, que al tener una lectura de la realidad basándose en «parcialidades», se distorsiona esa misma realidad en un maniqueísmo de tipo gnóstico y se cae en una suerte de «opcionismo dualista», de modo que esos grupos absolutizan ora «la Hispanidad», ora «la cultura occidental», ora «la raza», y otros caracteres alimentados siempre por las ideologías del historicismo y el positivismo.

Evitemos pues, caer en ese mar de confusión y armemos siempre nuestros pensamientos y acciones con la luz de la verdadera doctrina política, cimientos que dan consistencia a la política desde sus consideraciones naturales, custodia­das por el Magisterio de la Iglesia, sobre todo el anterior al Concilio Vaticano II.

¡Teyocoyani, Tlacatian, ihuan Tlatoani!

José Santiago Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.