Mínimo vital, mínima dignidad

Moncloa (Gabinete)

En medio de este caos, político que no pandémico, se han asegurado toda clase de soluciones económicas. La más cacareada ha sido el ingreso mínimo vital, que casi nadie ha cobrado y que está tan lejos de las riquezas prometidas.

En el liberalismo, la atención al menesteroso queda al albur de la iniciativa privada, que tranquiliza conciencias y desgrava a Hacienda. La diferencia con la acción de la Iglesia es radical: atajaba el problema de raíz. Debido a ello gozamos incluso hoy de universidades, hospitales, hospicios o centros de formación.

Dice san Mateo que el obrero merece su alimento, y no al revés. ¿A qué se debe este Estado limosnero? El paro rozará el veinte por ciento y el juvenil el setenta. La relación entre trabajo y vida es íntima. También la del salario con el trabajo, así como la remuneración justa. Esta nueva pobreza sostenible consiste en tres cosas:

Primero, el envilecimiento de la masa, al marginar al obrero del trabajo y someterlo al ostracismo de la limosna, aunque sea gubernamental. Segundo, el servilismo electoral. Tercero, la anulación de toda revuelta social. Así, anuladas las almas con la erradicación de Dios de todas las esferas sociales, sólo quedaba apaciguar los estómagos.

No olvidemos, como afirma Pío XI en Quadragesimo Anno, que el trabajo tiene un carácter eminentemente social. Nuestra triste España sigue avanzando en la destrucción de todo vestigio de sociedad, convirtiéndose en un mero agregado de ¿individuos?

Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza