¡Qué importante es saber contar historias!

«Camino de Cortés», por Augusto Ferrer Dalmau

Hace unos días, una amiga nacida en Méjico, devota de la Virgen de Guadalupe y de Fátima a partes iguales, me enviaba apenada un vídeo sobre la conquista de aquellas tierras por parte de los españoles. El primer minuto del vídeo venía a decir que mientras en España en nombre de Dios quemábamos en la hoguera a los herejes y brujas, al otro lado del Atlántico nos escandalizaban los sacrificios a los dioses de unas sencillas personas que cumplían con sus deberes para con su dios. El siguiente minuto del vídeo hablaba de la compra-venta de las nativas como esclavas, muchas de ellas con fines sexuales por parte de los conquistadores españoles. Por supuesto no sin antes bautizarlas y poniendo a la Iglesia católica como cómplice de tamañas atrocidades. La narrativa iba acompañada de las declaraciones de un profesor universitario apoyando las teorías que el vídeo relataba. No sé cómo seguía el resto de la película. Estos fueron los dos primeros minutos.

Ilustración con el relato oficial yanqui sobre los nativos de sus colonias

Recuerdo el cine parroquial de mi infancia en el que casi siempre había películas «del Oeste». En ellas los «pobres» colonos yanquis, en su mayoría familias con niños rubios preciosos, viajaban en sus caravanas en busca de una vida mejor, pero siempre aparecían los «malvados» indios dispuestos a cortar cabelleras, a raptar a las pobres mujeres y a secuestrar a los pobres niños para llevarlos a sus campamentos a hacerles Dios sabe qué.

Pareciera que los españoles encontramos a los nativos buenos y no supimos comprenderlos ―a pesar de instruirlos en la verdadera religión y conservar por escrito sus idiomas― y que a los «pobres» colonos ingleses les tocaron los nativos salvajes y malos y por eso tuvieron que exterminarlos y meterlos en reservas.

Qué importante es saber contar historias y creo que Hollywood, aunque nos duela reconocerlo, nos lleva la delantera. Sumergido en la oscuridad de las ideologías, el cine americano ha sido uno de los mayores responsables de la perversión de la juventud. El cine ha sido uno de los instrumentos revolucionarios para normalizar socialmente el divorcio, para justificar el aborto y para pensar que la fornicación y el adulterio son connaturales al hombre.  Ya dijo Cristo que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz.

«Downton Abbey»

La importancia de contar historias también me lleva a comparar dos fenómenos cinematográficos. Uno es Downton Abbey y el otro Los santos Inocentes. El primero narra la vida de una familia noble inglesa de principios del siglo XX y de su servidumbre. A pesar de las debilidades y pecados de los personajes todo rezuma felicidad, justicia, equidad y buen hacer. Los nobles a pesar de su «condición superior» son capaces de establecer relaciones de verdadera amistad con sus doncellas, se preocupan de sus criados y los tratan con educación y amabilidad. ¡Qué maravillosos años los de la Inglaterra de principios de siglo! …En la otra cara de la moneda estaría la película española Los santos inocentes. También narra la vida de dos familias de diferentes clases sociales, pero aquí la nobleza ―en este caso, los ricos― es miserable y ruin y la Iglesia católica sale bastante mal parada. Una extraña desmemoria deformada parece afectar al subvencionado cine español.

«Los Santos Inocentes»

Siempre me ha sorprendido la cultura cinematográfica hollywodiense y anglosajona. Pienso que son capaces de hacer una película de cualquier historia anodina, en cambio, los españoles que tenemos a los mártires, a los santos y a los heroicos guerreros con sus magníficas historias, sólo sabemos arrojar piedras a nuestro tejado.

¡Qué importante es saber contar historias y a los españoles se nos han olvidado las nuestras!

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas