Defensa de la mujer por la Santa Inquisición española

Representación del «Juicio de Salem»

Debido a la Leyenda Negra contra España, muchos desconocen que la Inquisición española fue de los últimos tribunales de este tipo que aparecieron en Europa. Los Reyes Católicos establecieron la Santa Inquisición en el siglo XV, cuando muchos otros países ya la habían institucionalizado. Lo mismo sucede en el caso de la expulsión de los judíos del territorio español: España fue de los últimos países en desterrar a los judíos; teniendo en cuenta que la medida sólo se refería a los judíos no convertidos al catolicismo.

En la temprana Edad Moderna, en los siglos XVI y XVII, en algunos territorios del continente europeo se llevó a cabo una gran persecución contra personas que supuestamente practicaban la brujería. En algunas ocasiones solamente se trataba de mujeres que experimentaban con hierbas y pócimas. En los territorios protestantes se desarrolló una fuerte persecución contra muchas mujeres llamándolas «brujas». En Europa hubo una cacería encarnizada contra este tipo de mujeres, especialmente en algunas zonas de Inglaterra, Alemania, Francia e Italia.

Incluso en medios periodísticos ya hay quien niega que España fuera el mayor perseguidor en esa «caza de brujas» en la que perdieron la vida 60.000 personas, la mayoría mujeres. Antes al contrario, la Inquisición española «…ayudó a que no se inocularan las ideas de que las mujeres estaban poseídas por el demonio» ([1]). Por lo tanto, la Santa Inquisición en los reinos de España defendió a las mujeres y vio con cierta benignidad sus necesidades y carencias, aunque actualmente esto pueda parecer una paradoja o un contrasentido, tratándose de una institución tan criticada.

Para entender la historia, es necesario ubicarse en el contexto social, político y religioso de la época; asimismo es importante comprender el concepto que se tenía de Dios, hombre y mundo, en ese momento del devenir de la humanidad. Para explicar el funcionamiento del aparato de la Inquisición, se hace necesario explicar que, durante toda la Edad Media y parte de la Edad Moderna, especialmente en España, el concepto del mundo era teocéntrico y todas las instituciones estaban al servicio del Estado y de la Iglesia, no había una separación entre los dos poderes. La Iglesia defendía la pureza de la fe, extirpaba las herejías y por supuesto, el Estado secundaba estas intenciones. Es importante entender esto para comprender bien a los hombres de aquellos tiempos, ya fueran eclesiásticos, ya fueran hombres de Estado. La Inquisición, por lo tanto, tenía un patrón de cómo debía actuar la población, de lo que debían creer y de cómo debían comportarse. Por esta razón, la herejía era perseguida religiosa y políticamente. En la actualidad, para el pensamiento secularizado posmoderno, esto es inadmisible, por eso se califica a aquella época como una edad de gran represión. «La esencia de la actividad inquisitorial reside en la represión de los disidentes…vigilar y castigar…a quienes no se ajustan al modelo de creencias y conducta previamente establecido» menciona José Antonio Escudero en su obra La inquisición en España ([2]). Para autores como Escudero y para quienes, como él, parten de los principios de la filosofía moderna y antropocéntrica, resulta un aparente contrasentido que un tribunal erigido para vigilar y castigar, realmente estuviera protegiendo a mujeres en situación vulnerable.

Algunas áreas del Viejo Mundo como Inglaterra y Alemania sancionaron fuertemente a las mujeres que, a sabiendas o por ignorancia, practicaban la superstición o la hechicería llamándose esta actividad, la famosa «caza de brujas». Un gran número de ellas fueron ejecutadas.

Ahora bien, la tortura en la Inquisición española no fue tan fuerte como se le achaca, ni tan marcada como en otros tribunales. Las penas que imponía el tribunal a los reos varones solían consistir en portar el sambenito o en la cárcel, y en los casos más graves, en la condena a galeras. En última instancia, de manera excepcional y cuando no había arrepentimiento, se llevaba a cabo la ejecución con el garrote y, también la muerte en la hoguera. El trabajo en galeras fue especialmente duro, pues se utilizaba para tener más hombres que ayudaran en la flota. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, en el caso de las mujeres, el castigo se limitaba a darles azotes, para después exigirles, por ejemplo, trabajar un determinado número de años en un hospital o casa correccional, sin tener paga.

Los historiadores señalan que perecieron en España durante los siglos XVI y XVII alrededor de unas 600 personas por motivo de la práctica de la magia baja o hechicería. Entre ellas, desde luego, algunas debieron ser mujeres. La media era de tres personas por año. Esta cantidad era sensiblemente inferior al número de los ejecutados por tribunales de otros países situados en el área de influencia de los tribunales protestantes: según afirma Escudero que unos 300.000 reos fueron víctimas de la «caza de brujas». Especialmente una buena parte de las personas ajusticiadas lo fueron en Alemania. En Inglaterra se condenó a 70.000 y en Francia, durante la Revolución, todavía se firmaron 34.000 condenas a muerte por este motivo. En cambio, en España, «la Inquisición actuó con bastante prudencia» y «la dureza no fue excesiva» con respecto a las artes adivinatorias y brujería baja. Con mayor razón cuando los señores inquisidores en el conocido como «Proceso de Logroño» (1613) atenuaron la acción y efectos de las denominadas «brujas», atribuyéndolos más bien a motivos de habladurías, chismes y supersticiones.

Es verdad que Santa Teresa de Jesús, mujer con una valentía y desenfado poco común en las damas de la época, fue vigilada y juzgada por la Inquisición, sin embargo, fue encontrada inocente y siguió con sus planes de reconstrucción de la Cristiandad y de mejoramiento físico y espiritual para sus monjas, siendo así que, hasta el rey Felipe II la elogió. Los señores inquisidores supieron muy bien distinguir el trigo —Santa Teresa— de la paja —las mujeres «iluminadas»— que sí recibieron su sentencia condenatoria. Escudero afirma: «Con aciertos y desaciertos, pero con bastante sentido común» el tribunal juzgó muchos casos de mujeres «místicas».

Concluyendo este trabajo, se puede afirmar que si bien, los tiempos de la Inquisición fueron tiempos duros, es necesario entender el contexto de una sociedad teocéntrica que no separaba tajantemente al Estado de la Iglesia, buscando la posibilidad de alcanzar la eternidad; de ahí la vigilancia y los castigos ejemplares para el resto de la sociedad civil. La «cacería de brujas» de otros países y tribunales inquisitoriales se suavizó en España, protegiendo a las mujeres y juzgando siempre sus casos con ecuanimidad y prudencia.

Teresita del Niño Jesús Trujillo de Magaña, Círculo de Lectura «Tradición»


[1] Corroto, Paula. «Crueldad extrema: la mayor caza de brujas no fue en la España de la Inquisición sino en Alemania» Artículo aparecido en El Confidencial.

[2] Escudero, José Antonio. La Inquisición Española.