Nicaragua en las últimas horas: entre la persecución y el silencio internacional

Obispo Álvarez. EFE

Recibimos con muchísima pena las noticias que nos llegan desde la tierra de lagos y volcanes,  Nicaragua, en relación con la persecución desenfrenada que las autoridades gubernamentales han desatado contra varias personas de la sociedad civil pero que, a lo largo de los últimos meses, ha sufrido con mayor fuerza aún la Iglesia católica apostólica y romana en ese país hermano.

Seguimos con verdadero espanto el uso desmedido de la fuerza pública para asediar la Casa Episcopal de la Diócesis de Matagalpa. Las autoridades han llegado al punto de prohibir la salida del Ordinario, el Obispo Rolando José Álvarez Lagos para la celebración de la Misa en Catedral. A continuación, han decretado un estado de sitio que, finalmente, ha acabado en la aprehensión en la madrugada del viernes 19 de agosto de 2022 del Obispo Álvarez junto con ocho sacerdotes, algunos seminaristas y un laico, en un acto totalmente arbitrario, injusto y sin el menor respeto, ya no del sentido de lo sagrado, sino de la propia dignidad humana.

Las fuerzas oscuras del ateísmo, del comunismo y del satanismo nunca estuvieron tan vivas y tan fuertes como en los últimos tiempos en Nicaragua: la escalada de violencia agresiva contra la Iglesia Católica se manifiesta en más de doscientos actos hostiles en los últimos cuatro años. Estos actos incluyen profanaciones contra el Santísimo Sacramento de la Eucaristía; destrucción de templos e imágenes sagradas; impedimentos para celebraciones litúrgicas, religiosas y devocionales; agresiones al clero, a religiosos y a miembros laicos que participan activamente de las actividades diocesanas; y más recientemente las cancelaciones de personerías jurídicas a ONG dirigidas por religiosas, el cierre de radios católicas y arrestos de miembros del clero, como es el caso del mencionado Obispo Álvarez.

Ante todas estas acciones, resuena y escandaliza severamente un silencio ensordecedor de toda la comunidad internacional y de las autoridades eclesiásticas competentes. Ya no son simplemente los fieles católicos los que se unen con sus preces para rezar por el fin de estos horrores, sino las sociedades de los países hermanos, quienes ven con seria consternación cómo este hermano pueblo nicaragüense y la Iglesia que milita en su provincia eclesiástica, son dejados en el más pleno desamparo.

Simples comunicados de repudio, condena y emplazamiento no constituyen ni el más mínimo esfuerzo diplomático, sino que, contrariamente, evidencian y refuerzan la negligencia de obligaciones morales debidas con los más pobres y los que sufren, creando mayores precedentes para la impunidad de delitos de lesa humanidad.

Nos unimos firmemente a todos los hermanos nicaragüenses y, en especial, a la Iglesia formada por sus piedras vivas, que hoy sufren, por una parte, los ataques de una dictadura y, por otra, la mayor indiferencia por quienes se supone estaban destinados a acudir en su socorro frente a situaciones de injusticia generalizada.

Confiamos plenamente en que la soberana voluntad del Divino Creador, acepta en la oración de los que le suplican fielmente, permitirá que Nicaragua sea la «luz del mundo» y ellos se vean verdaderamente libres de los efectos del ateísmo, del liberalismo, del comunismo y del satanismo.

¡Que Dios y la Bienaventurada Virgen María se apiaden del pueblo nicaragüense!

Agencia FARO, J. Balmaceda-Sequeira