La naturaleza del dinero

C. H. Douglas

Hace algún tiempo el «Ministro de la Seguridad Social» ofrecía «soluciones» al problema de los ingresos financieros de aquella –cada vez mayor– parte de la población española que el Sistema servil-estatal encasilla en la categoría de «jubilados». Una publicación lo resumía así: «Escrivá da dos opciones para sostener la pensión de los “boomers”: que sean más bajas, o pagarlas “todos” con impuestos». Nos encontramos ante otro ejemplo más de los efectos antisociales causados por un –técnicamente– mal funcionamiento del sistema financiero adjunto al sistema económico. Lo que nos quieren decir, en realidad, los actuales detentadores del Estado revolucionario, es que no tienen dinero para su consiguiente distribución a una cada vez mayor proporción de gente que va a pasar a depender de una renta financiera suministrada por el Estado. Pero esta excusa, tomada sólo en sí misma y dejando a un lado el contexto estructural totalitario del Sistema, es la más estúpida que se pueda afirmar como «verdadero» problema social.

Aquello que llamamos «dinero» no es más que un medio cualquiera que, sin importar de lo que esté hecho o por qué la gente lo quiera, nadie lo rechazará a cambio de sus bienes y servicios. Al utilizar este término, a todos se nos viene la imagen mental de una moneda acuñada o de un billete; pero lo cierto es que el dinero, en su esencia, es algo intangible: no son más que simples números, y nada más. Todavía la gente se sorprende si se le dice que la mayor parte del dinero actualmente existente no consiste sino en meras cifras contables anotadas en una cuenta personal, cifras que pueden ser creadas, aumentadas, disminuidas o borradas a voluntad de determinadas personas (que controlan el denominado en su conjunto «sistema financiero o bancario») con la sola pulsación de una tecla de ordenador. A este tipo de dinero es al que se le conoce con el nombre de crédito, y su enorme flexibilidad y facilidad de manejo es el que ha permitido el desarrollo de las relaciones sociales en el campo de la economía productiva durante la época contemporánea. Por desgracia, se ha convertido también –en manos de aquellas mismas personas– en el mayor y más eficaz instrumento de control sociopolítico que jamás se haya ideado en la Historia. Una vez que se ha establecido un sistema económico en donde todas las relaciones sociales de producción y consumo se hacen depender decisivamente del sistema financiero que le está adjunto (es decir, del dinero o crédito), es obvio que, aquéllos que controlen la creación-emisión y retirada-destrucción del dinero, se convierten en los dueños directos e indirectos de toda la riqueza de la comunidad política, y, por tanto, de todas las familias que la componen. Esto es precisamente lo que ha ocurrido, y, detrás de todo avance de la agenda revolucionaria en los últimos doscientos años, el crédito –así manejado– ha asumido un papel fundamental como medio, el más eficaz, para su progresiva implantación.

Esto no quiere decir que no se pueda revertir la situación. Una vez entendida la naturaleza del dinero, nada impide que se pueda utilizar este maravilloso mecanismo al servicio del bien común de la comunidad política, en lugar de ser herramienta de esclavitud y chantaje social como ha venido ocurriendo durante toda la Historia de la Revolución en suelo español desde 1833. Por eso comentábamos antes el sinsentido de alguien que pretendiese achacar los males sociales a una supuesta falta de dinero. Tiene sentido que un determinado Gobernante anuncie futuros males y sufrimientos sociales por falta de bienes y servicios físicos producidos en acto, o por falta de recursos físicos y personas para producirlos en potencia. Pero lo que no tiene ningún sentido en absoluto es afirmar que no se pueden producir bienes y servicios en potencia «por falta de dinero», o que no se pueden distribuir efectivamente bienes y servicios ya producidos en acto «por falta de dinero». El sistema financiero puede –y debería– adecuarse a las realidades y necesidades sociales de una comunidad política sin ningún problema, y, por tanto, puede crearse y retirarse todo el dinero que sea necesario para movilizar las capacidades físicas de producción o satisfacer las demandas o requerimientos sociales de consumo. Como decía Douglas: «La labor de un sistema financiero […] consiste en emitir crédito al consumidor, hasta el límite de la capacidad productiva del productor, de tal forma que, o bien la demanda real del consumidor sea satisfecha, o bien la capacidad del productor quede exhausta, lo primero que ocurra antes».

Félix M.ª Martín Antoniano.