Valencia: crónica de la cuarta reunión del curso de formación política

EL ESTÍMULO INTELECTUAL DE LA REUNIÓN HIZO QUE LAS TERTULIAS SE PROLONGASEN UNA VEZ YA CLAUSURADO EL ACTO, EN UN AMBIENTE DISTENDIDO ENTRE AMIGOS

El pasado sábado 9 de diciembre, en la ciudad de Valencia, tuvo lugar la cuarta reunión del nuevo curso de formación política del Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta, titulada Orden natural y economía, a cargo de nuestro correligionario Gonzalo J. Cabrera. Como en la última ocasión, además de un grupo de fieles amigos, acudieron nuevas personas atraídas por la temática tratada, superando los veinte participantes. Tras una oración inicial pidiendo al Espíritu Divino acierto en el estudio y una breve presentación del ponente por parte presidente del Círculo, dio comienzo la charla. Dada la enjundia del contenido expuesto, en esta crónica nos limitamos a esbozar algunas líneas sencillas de lo explicado.

La charla tenía un marcado carácter didáctico pues, en palabras del ponente, la intención no era generar lo que en inglés llaman expertise, sino sabiduría, con un carácter propedéutico antes que técnico. Dado el propósito introductorio, buscando sentar las bases —los principios— de la mirada católica sobre la economía, la cuestión se trató sintéticamente, pero con gran lucidez y profundidad, yendo al meollo de los fundamentos basados en la philosophia perennis. La estructura de la charla fue muy clara, se compuso en tres bloques: 1) La filosofía de la economía, asentando los principios; 2) La aplicación de los principios a la Economía; 3) El ethos de la doctrina católica frente a la capitalista o liberal. En esta crónica seguiremos esta estructura marcada por el conferenciante.

  • La filosofía de la economía: los principios.

Pasando de lo general a lo concreto, se observaron los principios de interés para el estudio de la Economía conforme al orden natural desde cinco frentes.

Primero, los principios teleológicos. Centrando la atención en Aristóteles, se enumeraron tres principios enunciados por el estagirita: primero, en el mundo observable las cosas tienden a la conservación de la vida, luego, lo que atenta contra la vida es desordenado; segundo, el hombre, además de encaminarse al cuidado de la prole, la educa; tercero, el hombre es naturalmente sociable y tiene como fin último la búsqueda y contemplación de Dios. Luego, a este último fin se subordinan los otros, quedando el bien particular sublimado en el bien común político, y este último en la búsqueda de Dios.  

Segundo, los principios físicos —también siguiendo a Aristóteles— para elucidar los cuales se dieron unas nociones básicas de algunos conceptos como materia, forma, causa formal, causa material, causa eficiente, causa final, etc.

Tercero, los principios metafísicos, y entre ellos el principio básico por el que lo común prima sobre lo particular, en concreto, el bien común sobre el particular, siendo el bien común el mismo bien que el individual, pero comunicable.

Cuarto, se trataron los principios antropológicos/teológicos haciendo énfasis en la relevancia de la naturaleza caída del hombre para comprender la distinción de nociones como libertad y libre albedrío. Además, se destacó que la posibilidad de que se pueda hacer un mal uso de la libertad, desorientando la voluntad dirigida al bien, no es motivo para pretender su eliminación.

Quinto, sobre los principios epistemológicos de la unidad de los saberes, se destacó que la economía no es una ciencia capaz de darse a sí misma todas las normas, pues, la única ciencia autónoma a la que todos los saberes quedan en última instancia vinculados es la Teología. Por tanto, la Economía se subordina a la Filosofía y a la Política. También se matizó el problema de una expresión que frecuentemente escuchamos cuando algunos se declaran conservadores en lo moral, liberales en lo económico, triturando la mencionada unicidad de los saberes.

Establecidos estos cinco principios se pasó al segundo bloque.

  • La aplicación de los principios a la Economía.

Si consideramos que la ciencia económica recapacita sobre cómo se emplean los factores de producción (trabajo, tierra y capital), para producir bienes y servicios que se distribuyen a través de mercados; sobre el socialismo y el liberalismo se pueden hacer algunas valoraciones. Considerando la definición inicial de las nociones de «materia» y «forma», se dijo sobre la economía lo siguiente.

El socialismo y el comunismo, condenados por la Iglesia, son perversos porque corrompen la materia de la economía conforme al orden natural, es decir, pretenden borrar los mercados, terminar con la propiedad, establecer una planificación centralizada de la economía a todos los niveles, etc. Luego su perversión viene ingénita de origen; sin embargo, en el caso del capitalismo el juicio requiere una mayor sutileza.  

Haciendo una crítica sagaz al liberalismo económico se mostró que en apariencia sigue un orden natural, porque tal es su materia (mercados descentralizados, cierta noción de propiedad privada, etc.); sin embargo, en su fin, en su ethos, en la forma, allí es donde reside el problema.

Por tanto, si se tiene en cuenta que la Economía debería ordenarse a la cooperación en el cumplimiento del fin último del hombre, que es su perfección en la contemplación de Dios; y, además, que el gobierno según los clásicos consiste en dirigir algo a su fin, se pueden hacer algunas consideraciones más precisas sobre el engarce de la Economía en el orden social.

¿Cómo producir? Respuesta: Debería priorizarse el factor trabajo remunerado a través del precio justo, conformando el sustento que debe proveer de lo necesario a la familia para llevar una vida digna. ¿Qué producir? Respuesta: Se debería dar mayor relevancia a aquello necesario y básico para la sociedad, y de ahí subir progresivamente en la cadena de valor, es decir, priorizar el sector agroalimentario, de ahí pasar a la industria de bienes básicos para luego incrementar lo producido en complejidad; y en último lugar de importancia, quedarían los servicios no esenciales. ¿Con qué medios? Respuesta: A través de la propiedad privada, pero buscando su difusión a las familias y evitando su concentración en unas pocas manos (mal típico del capitalismo), pues, en palabras de Santo Tomás, la propiedad es «útil, provechosa y recomendable». En este punto se discutió el problema de la financiarización de la economía, destacando que se deben priorizar las inversiones productivas empresariales frente al préstamo improductivo financiero, dado que el dinero en sí mismo es estéril.

  • El ethos de la economía católica frente al del capitalismo.

Es importante saber que el capitalismo es hijo de una nueva clase social pujante en el Renacimiento, la burguesía, la cual se ha caracterizado por una mentalidad práctica de cálculo. Por tanto, el capitalismo nace y luego queda testificada su existencia a través de la teorización de unos principios ya existentes. Desde una visión antropocéntrica desarrollada en el Renacimiento, para el burgués, si la libertad queda como una indeterminación, el cálculo de la utilidad termina reinando. A lo que más recientemente se le une un marco analítico como el que propone la Escuela Austriaca, la praxeología, por el que se extraen y analizan pautas de comportamiento del hombre que determinan su «naturaleza» en el entorno económico. Sin embargo, el problema viene porque el sujeto analizado (homo economicus) con su libertad desnortada y racionalismo utilitarista, es realmente el hombre concupiscente, el hombre-estómago del que nos hable el P. Julio Meinvielle.

Por tanto, a semejanza de lo tantas veces dicho por Miguel Ayuso sobre la democracia, el problema es que finalmente el mercado queda como fundamento de la economía y no como la forma de su manifestación. Y para el despliegue del mercado como fundamento se realizan tres exigencias básicas: la protección de la vida, las garantías de seguridad, y la defensa de la propiedad, tríada que nos recuerda a las típicas reclamaciones de algunos libertarios… Para concluir la exposición, se desarrolló brevemente una aseveración muy elocuente: el liberalismo se parece al catolicismo como la herejía a la ortodoxia.

Posteriormente se desarrolló un animado coloquio, muestra de lo sugestiva que fue la sesión, con preguntas sobre el precio justo o la justa retribución, la definición de la propiedad, el comunitarismo y, principalmente, sobre la cuestión de la usura. Rezada la oración final, y tras algunos avisos sobre las próximas convocatorias, concluyó formalmente el acto. Sin embargo, el estímulo intelectual de la reunión hizo que las tertulias se prolongasen una vez ya clausurado el acto, en un ambiente distendido entre amigos del Círculo y alguna persona que se había acercado a esta reunión, aguijoneada por su temática.

Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta

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