El liberalismo es pecado; y el libertarismo, también

Europa Press

Sirvan estas líneas para hacernos eco de un debate que tuvo lugar entre los profesores Dante A. Urbina y Gabriel Zanotti el pasado 16 de marzo. La temática del mismo fue la compatibilidad entre la filosofía cristiana y las tesis de la llamada Escuela Austríaca de economía. Vía telemática, el primero defendió la incompatibilidad entre ambas, y el segundo, la tesis opuesta.

Por desgracia, desde hace ya algún tiempo vienen infiltrándose, incluso en el seno de ambientes tradicionales, ideas a todas luces contrarias a la filosofía y teología católica tradicional. Bajo denominaciones como paleolibertarismo, anarco-capitalismo, libertarianismo, se ha ido filtrando otro cáncer del pensamiento moderno, y por tanto, esencialmente anti-cristiano, bajo la premisa de un supuesto aggiornamiento de la Tradición.

Una de esas tesis es precisamente la que defendió el Profesor Zanotti, sobre la base de que la Escuela Austríaca de economía, se basa en una serie de principios (lo que denominó núcleo central) que, según él, tienen un componente puramente técnico y descriptivo, y que, por ello, están al margen de cualquier valoración filosófica y, mucho menos, teológica. El profesor Zanotti, literalmente, no espera que la Iglesia bendiga sus tesis, y acusó a quienes acuden a las citas del Magisterio para refutar sus postulados acerca del liberalismo económico, de socialistas e intervencionistas.

El profesor Urbina, a nuestro juicio muy certeramente, desgranó, una por una, las problemáticas de los argumentos del profesor Zanotti, demostrando que el carácter anticristiano de las teorías austríacas no es accidental, ni únicamente predicable de las personas de sus fundadores. En primer lugar, siendo la economía una ciencia humana, no escapa del juicio moral. Y, en segundo lugar, el propio núcleo central de esta escuela (en cuyo contenido ambos autores concordaban) ya refleja una mentalidad profundamente individualista, liberal, y por tanto, anti-cristiana. Ideas tan manidas como el orden espontáneo, no esconden, pues, más que una idea pelagiana desenfrenada de la libertad humana.

A nuestro juicio, Urbina no solamente ganó el debate, sino que tuvo la razón de su parte. Demostró que el llamado liberalismo católico es incapaz de razonar en los términos de la más auténtica filosofía católica. Ni siquiera puede comprenderlos rectamente, se entrega a los pies del subjetivismo e individualismo modernos.

Javier de Miguel, Círculo Carlista Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia