En los últimos días ha sido noticia la masiva llegada de inmigrantes desde Marruecos hasta las fronteras españolas como medida de presión por parte del Estado marroquí, con lo que se ha reabierto el debate sobre la acogida y la integración de esas personas.
Las razones más repetidas para defender su llegada son, de un lado, la escasa tasa de natalidad española y, de otro, la necesidad de trabajadores que contribuyan al mantenimiento de los gastos del Estado.
Las causas del primer problema podrían resumirse en dos. En primer lugar, los estragos culturales surgidos por la propagación del feminismo, el individualismo y el relativismo. En segundo lugar, que, si para la juventud es inasumible costear minúsculas habitaciones, a la par que vive en un marco laboral extraordinariamente volátil, está claro que carece de medios para atreverse a alumbrar una nueva vida. Menos todavía en entornos rurales con escasa oferta de empleo.
Las del segundo −la necesidad de trabajadores- se concentran en la naturaleza de la economía liberal: el Estado del bienestar pretende sustentar los servicios públicos con ingresos de una masa cada vez más desposeída mientras sigue dando rienda suelta a los grandes capitales financieros de los que depende y en los que se halla su propio origen como sistema.
Esta brevísima observación pone en evidencia lo siguiente: las oleadas de inmigrantes no son la causa de los problemas asociados a la natalidad o a las pensiones, sino que es en el propio liberalismo donde hay que buscar la raíz de estos males, y, por extensión, difícilmente podrán ser la solución en tanto que son también fruto de una misma dinámica económica de alcance global.
Ante este problema, la integración de inmigrantes por razones humanitarias es condenarlos a vivir nuestra misma situación actual en un futuro. Los hechos demuestran que, pasado un tiempo de adaptación, una parte considerable de las familias migrantes adopta ritmos de vida conducentes al mismo precipicio demográfico.
Como conclusión, si se requieren inmigrantes para pagar las pensiones, es evidente que es porque hace tiempo que el Estado español ha renunciado a hacer tal cosa, y que toda medida nacida en el seno del liberalismo para hacer frente a los males que él mismo produce no es más que pan para hoy y hambre para mañana.
Ricardo Toledano, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid