¿Guerra Civil o Cruzada? (I)

Belchite (Zaragoza) después de ser arrasado por el ejército «popular». Commons

Este domingo 18 de julio se cumplen 85 años del comienzo de la Guerra de España (1936-1939), comúnmente conocida como «Guerra civil española». En efecto, tal día se produjo el Alzamiento Nacional, que daría comienzo a un conflicto que duraría tres años, si bien podría decirse que el ambiente de guerra había comenzado en España tiempo atrás. Durante buena parte del Siglo XX, la gran mayoría de la sociedad española y del clero tuvieron conciencia clara de que tal conflicto bélico no se trataba tanto de una guerra civil como de una verdadera Cruzada. Esta convicción, no obstante, se fue apagando en el último tercio del siglo anterior (y qué decir del comienzo de éste), más por parte de la jerarquía de la Iglesia que del sentir popular, pues se hacía difícil la justificación de una guerra santa en una época más proclive al diálogo antes que al enfrentamiento, para lo que se trataba de evitar todo tipo de politización de la religión.

Por ello, parece conveniente revisar y restaurar la conceptualización de tal conflicto como lo que verdaderamente fue: una Cruzada en defensa de Dios y de la Iglesia. De este modo, no es el propósito de este ensayo hacer un análisis exhaustivo de las diferentes etapas históricas de la Guerra ni de los acontecimientos más relevantes, sino, simplemente, destacar la importancia que tuvo la Religión Católica en el acontecer del conflicto bélico.

Fotograma de la película «el largo verano del 36» representando prisioneros de las milicias del denominado «frente popular».

En primer lugar, es de sobra conocida la situación que vivía España en los momentos previos al Alzamiento por parte del ejército. Se trata de una situación de caos absoluto, donde se hizo imposible mantener un verdadero orden por parte de la República. A esto se le suma la gran hostilidad hacia la Religión Católica, manifestada en la quema de conventos e Iglesias, la expulsión de la Compañía de Jesús y numerosos acontecimientos más. Fue principalmente la ausencia de un verdadero orden lo que motivó el levantamiento del ejército para revertir la situación y devolver a España a una situación de paz.

Es preciso destacar que pese a la agresividad de la República para con el catolicismo, no había en el golpe de Estado inicial una intención ni mucho menos religiosa, sino tan solo una motivación orientada a restaurar el orden perdido por la República. Tampoco se pretendía derrocar a la República para instaurar una dictadura militar. Mola era un reconocido republicano y el mismo Franco acabó su mensaje el día del alzamiento apelando al trilema revolucionario «libertad, igualdad y fraternidad» y con un «¡Viva la República!». Lo mismo se podría decir de altos mandos como Queipo de Llano o Yagüe.

En definitiva, no había una motivación religiosa en los militares más destacados de la conspiración. Sin embargo, desde el primer momento, la Iglesia española se posiciona en favor de un bando, entendiendo que era quien defendía mejor sus intereses. Este apoyo a un bando tampoco era de pura conveniencia, sino que se explica desde la importancia que cobró el elemento religioso en el pueblo y combatientes voluntarios del bando sublevado. En efecto, si bien los altos mandatarios no estaban movidos por motivos religiosos, sí se observaba en muchos pueblos y voluntarios del bando sublevado un verdadero espíritu de Cruzada.  (CONTINUARÁ)

Antonio de Jaso, Navarra