Humor- ¡Qué cosas se ven, Don Pero!: Legisladores y monos

Edificio de la Casa del Senado de la Universidad de Londres que fue el Ministerio de Información de la época de la guerra. Se lo ha identificado con el «Ministerio de la Verdad» de Orwell. GETTY IMAGES

Se me ha advertido desde distintos sectores del paipái ideológico («abanico» suena demasiado solemne para lo que es) de la creciente disminución de la calidad de los proyectos legislativos socialprogresistas. Hay quien hasta me lo dice con sorpresa, pero es que uno tiene amistades de todo pelaje…

No se trata ya sólo de textos legales intrínsecamente perversos, como la Ley del Asesinato por Encargo; o de una «técnica legislativa» (de nuevo y, con perdón, en esperanto jurídico) deficiente, como las Decretales de Pandemia. Es que hay leyes que, parafraseando a Óscar Wilde, «peor que eso: están mal escritas».

Que no, que tampoco me refiero a problemas de articulación entre la realidad de las cosas y la realidad paralela definida por la Ley, como aquello de que la eutanasia se considere «a todos los efectos legales» como una muerte natural (cfr. Disposición Adicional Primera de dicha ley).

Estoy hablando de la plétora de errores detectada en su día por el Ministerio de Justicia en el borrador remitido por la Cancillería de la Reina de Corazones a cuenta del «sólo sí es sí». No insistiremos en el tema, pero quisiera que no olvidasen que Justicia decía en su informe que «se recomienda revisar la terminología a lo largo del texto, para, en la medida de lo posible, emplear palabras aceptadas por el DRAE [sic]».

Hablo, también, de expresiones de fantasía socialista, completamente huecas y, por lo mismo, susceptibles de ser interpretadas con conciencia ancha (o con conciencia informada por el Alto Consejo de la Pedantería Jurídica, también conocido como Tribunal Constitucional). Hablo de esas «medidas de apoyo a las personas con discapacidad», que deben tener sponte sua la mágica virtud de hacerse menos necesarias con el paso del tiempo. Que sí, que sí: «Asimismo [las personas que presten apoyo] fomentarán que la persona con discapacidad pueda ejercer su capacidad jurídica con menos apoyo en el futuro». No sé si han tenido la experiencia de conocer personas con discapacidad, pero ya les digo yo que ese género de desiderata son muy bonitos, pero no suelen cumplirse.

O de expresiones como esa «producción de datos», del Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección Integral de la Libertad Sexual. Debo de ser un carca: en mis tiempos los datos se recogían, se obtenían, en su caso y se protegían, al menos, teóricamente. Lo de producirlos me suena al muy orwelliano Ministerio de la Verdad, ¿a ustedes no?

En fin, los ejemplos son numerosos y yo soy vanidoso: no quiero hacerles reír con las ocurrencias de otros, sino con las mías. Echen un vistazo a cualquiera de las leyes mencionadas o a cualquier otra de las aprobadas o en trance de serlo y apreciarán a simple vista que detrás de ellas no está la pluma de un Galdós, precisamente.

Ya conocen aquella «teoría», extremadamente popular en el imaginario colectivo que afirma que un número infinito de monos tecleando al azar sobre un número igualmente infinito de teclados de ordenador, terminaría por escribir cualquier texto dado: incluido el presente artículo (y quizás G. García-Vao sea el pseudónimo de un rebaño simiesco que escribe tan aleatoria como furiosamente; nunca se sabe…).

La malvada bruja del Oeste

Ante semejante explosión de simulacros de textos legales de dudosa calidad literaria, uno se plantea legítimamente si, en lugar de un puñado de serios (aunque incultos) asesores con trajes caros, no habrá en los sórdidos sótanos de ciertos Ministerios misteriosos, retahílas de monos encadenados a máquinas de escribir, condenados a teclear ad nauseam. Quizá los textos que emergen a la superficie de la legislación vigente no sean sino simiescos esbozos; primeras tentativas moderadamente legibles, pergeñadas por una tropa hambrienta y angustiada de primates, sometidos por alguna arcana y verdosa Bruja del Oeste (como la de El Mago de Oz) en busca de la Ley Más Progresista del Universo, que ya debe de estar al caer… ¿Lo será la Ley Trans, de los Bonobos Libidinosos? ¿La Ley de Memoria Histórica de los Chimpancés Chamarileros? ¿La Ley de Pandemias, que tanto interesa a los azulados Mandriles Madrileños? ¿Alguna sorpresa de último minuto de los desaparecidos Orangutanes Orangistas?

Estén atentos, queridos lectores. La ocasión llegará y será festejada por todo lo alto. Y la verdosa Bruja del Oeste liberará por fin a sus negros, como ya hizo cuando quiso dar caza a la infeliz Dorita. Si oyen un: «¡Volad, monitos, volad!», échense a temblar: eso es que hay una nueva Proposición de Ley sobre la mesa.

G. García Vao