La gradual emergencia del «mundo multipolar», así como la recepción de la literatura geopolítica, ha suscitado la reflexión en algunos ambientes intelectuales, desde hace algunos años, sobre la necesidad de perfilar un bloque hispanoamericano.
A decir verdad, no se trata de una inquietud enteramente nueva. Ya José Vasconcelos había perfilado las bases de la misma desde la primera mitad del siglo XX, distinguiendo entre dos movimientos unificacionistas, cada uno con su respectiva carga ideológica.
El primero, que llamó «monroísta» —por la doctrina Monroe—, tenía como eje rector la consolidación del predominio económico, ideológico y militar de los Estados Unidos de América sobre el resto del continente, llegando al extremo de imitar el esquema constitucional angloamericano para facilitar la asimilación. Dicho movimiento unificacionista de carácter servil ha sido hegemónico en algunas repúblicas hispanoamericanas desde el siglo XX y, en el caso de la mejicana, desde el XIX.
El segundo, que llamó «bolivarista», no tenía todavía en su tiempo el tinte rojo que desde hace unas décadas ha adquirido, constituyendo en tiempos de Vasconcelos una suerte de reacción simpatizante de la latinidad, generalmente francófila y promotora de un liberalismo más moderado, no necesariamente anti-clerical, a diferencia de la corriente rival.
Ninguna de las dos corrientes perfiladas por Vasconcelos ha desaparecido en Hispanoamérica. Por el contrario, cada una parece seguir constituyendo el eje ideológico de un ala del espectro político-partidista. Lo que no previó el célebre autor oaxaqueño, sin embargo, fue la inversión de sus respectivos postulados. En nuestro tiempo son las derechas conservadoras, usualmente anglófilas, las que enarbolan el monroísmo, que en el siglo XIX había sido la enseña del jacobinismo más radical. Y las izquierdas, por el contrario, las seguidoras del bolivarismo, otrora la causa de los girondinos tropicales.
Los días 14 a 19 de mayo de este año 2024 se va a llevar a cabo, en Cartagena de Indias, el Primer Congreso Internacional para la Reunificación de la Hispanidad, reuniendo una multitud de ponentes especializados en temas diversos. Y nosotros hemos intentado, respetando la cuatripartición de temas del Congreso, indagar acerca de los ponentes, para así averiguar —siquiera genéricamente—, la orientación del Congreso. Ello no ha sido sencillo, pues la especialidad de algunos de ellos es enteramente ajena a la de un servidor, por lo que advertimos el riesgo de haber incurrido en una relativa malinterpretación. Imperan, no obstante, cuatro rasgos identificables.
En primer lugar, la convicción de que sólo el liberalismo posmoderno es «ideológico». Segundo, parece primar —afortunadamente— una consciencia, creemos que viva y bien informada, acerca de la Leyenda Negra y sus vertientes. En tercer lugar, se presenta como característica general la convicción de la necesidad de seguir la Doctrina Social de la Iglesia, si bien sólo la nueva, por lo que no nos sorprendería que esta iniciativa pronto goce del espaldarazo clerical. Y en cuarto lugar, motivo de mayor preocupación, una admiración latente por la Constitución de 1812, al grado que se ha planteado la celebración del Segundo Congreso en la propia Cádiz.
Creemos estar presenciando en tiempo real, como fruto de la esforzada apologética llevada a cabo por ciertos autores en años previos, el surgimiento de una tercera corriente unificacionista liberal: el neo-gaditanismo, de impronta conservadora, y que eventualmente será acogida por los isabelinos, constituyendo un futuro obstáculo —otro más— a la causa de la verdadera unidad: la unidad en la legitimidad. Esperamos estar equivocados en nuestra lectura de los signos.
Rodrigo Fernández Diez, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta de Méjico.
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