El conflicto de Kazajistán: origen y conclusiones (I)

Policía antidisturbios en Almaty, Kazajistán. ABC Mundo

Cuando un lector medianamente informado piensa en Asia Central, le viene a la mente una región que fue cruce de rutas comerciales entre el mundo occidental y el oriental durante milenios. Posiblemente, la ciudad que evocará en primer lugar sea la legendaria Samarcanda. ¿A qué viene esta mención inicial? A que nos servirá como punto de partida para entender la situación ligada a las noticias recientes de la nación kazaja.

Comencemos con una reseña histórica. Es un país configurado por sus montañas frías del norte y por unas estepas áridas que han sido lugar de paso de diferentes culturas nómadas. Las primeras influencias religiosas organizadas fueron las del zoroastrismo sasánida venido de Persia, que fue sustituido por el islamismo sunita de obediencia más sufí, junto con toques culturales persas.

La influencia persa declinó por las invasiones mongolas y de Tamerlán. Esa situación fue la causante de que, en una zona de choques súbitos entre imperios, se pudieran establecer tanto señoríos musulmanes sedentarios como hordas de rapiña sobre los Safávidas, de obediencia chiita. Al este del país cercanos al actual territorio de China también hubo nómadas budistas.

La monarquía «ortodoxa» rusa, cansada de los saqueos nómadas y con ambiciones expansionistas desde el reinado del Zar Pyotr I Romanov, decidió establecer protectorados y realizar expediciones militares, para detener la naciente expansión de los manchúes en aquellos territorios. Los rusos acabaron llegando a un acuerdo con esas tribus para construir puntos de intercambio comercial, lo que aprovecharon además para introducir misioneros en la región. Todo ese esfuerzo se estancó, debido a las medidas de Catalina «La Grande» que pretendía crear un clero tártaro sunita leal a su persona, antes que convertir al cristianismo a los habitantes de la región.

Esa relación tributaria de Kazajistán experimentaría un vuelco inicial a partir del año 1837 cuando los khanes que lideraban las estepas intentaron rebelarse contra Rusia, pero la revuelta finalmente fue callada por bayonetas una década después. Sin embargo, este fue el punto de partida a partir del cual la región empezó a mostrase rebelde bajo la bandera del bandolerismo, aunque en el imaginario popular se veía como héroes a los generales imperiales como Skoveleb y Cherniayev.

Tras una aplastante victoria zarista sobre la región del Turquestán, la región kazaja se transformó en baluarte ruso, desde donde se pudieron lanzar expediciones para incorporar toda el Asia Central. Por una parte, se atraían colonos rusos, pero, por otra se impulsaban escuelas islámicas para mostrarse como una opción autónoma frente a los turcos y de este modo asegurar las fronteras del Imperio zarista. Esa medida, ciertamente, sería fructífera a corto plazo, aunque mostraría sus errores un siglo después durante la Gran Guerra, cuando los rusos intentaron poner en marcha sus programas de reclutamiento de la población causando una tremenda revuelta a vísperas de la satánica revolución bolchevique en 1917.

Las secuelas de la represión se vieron un año después con una facción inspirada por preceptos panturanistas llamada los jadids (representados bajo el grupo autonomista de la Alash Orda), que dominó brevemente la región hasta caer bajo los bolcheviques (en su mayoría rusos étnicos) en 1920.  Aun así, la lucha de los nómadas se ha visto impulsada por fuerzas revolucionarias que intentaban proclamarse «khanes» y llamados «basmachi» (apoyados por el genocida de cristianos armenios y asirios e irónicamente por breve tiempo filobolchevique Enver Pasha), cabe decir que los tibios jadids serían perseguidos luego por Stalin tras ser desterrados de la vida política en la región.

Durante el yugo comunista las campañas de secularización, tanto contra el cristianismo ortodoxo como contra el islam, fueron brutales, aunque al principio se intentó favorecer al islam por el enfoque antirruso del bolchevismo pre-Stalin. La región lentamente se volvió un lugar de destino para las poblaciones desplazadas a la fuerza (en general minorías católicas de mayoría polaca) con los fines de cultivar el territorio y desarrollarlo. También se creó allí el campo de concentración de Karaganda, que tiene en su haber la espeluznante cifra constatada de más de 170 y mil muertes.

Durante la Segunda Guerra Mundial esa población de prisioneros fue obligada a realizar trabajos forzados para contribuir a la industria bélica. En esos mismos años los polacos desplazados presenciaron una aparición de Nuestra Señora quien intercedió por ellos creando un lago para soportar esos tiempos difíciles, de donde nació la hermosa devoción de «Nuestra Señora Reina de la Paz de Oziornoje».

(Continuará)

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza.