483 aniversario de la fundación de Santiago de Moyobamba

Catedral de Santiago de los Ocho Valles de Moyobamba, dedicada al Santo Patrón de Las Españas, el Apóstol Santiago el Mayor

Fue fundada entre los Andes norteños y un afluente del río Amazonas bajo la protección de Santiago Apóstol. Su nombre amerindio proviene de una vieja confederación tribal llamada «Muyupampas» (los del valle circular), cuales se volvieron tributarios del naciente Tawantisuyu. Durante el período tumultuoso de la guerra sucesoria en el Imperio, continuada por la estabilización lograda por la expedición de Pizarro, el capitán Alonso de Alvarado, sobrino del conquistador de América Central Pedro de Alvarado fue enviado a consolidar esa paz. Además, durante 1536 decidió ir más al Oriente de la Selva, arrastrado por el mito del Dorado. Allí uno de sus lugartenientes, Juan Pérez de Guevara, al apreciar la abundancia de agua y la fertilidad de las tierras del valle, en el día de la fiesta de Santiago Apóstol, patrón del Reino de España, decidió fundar una ciudad. Era el día 25 de julio de 1540 y la llamó Santiago de los Ocho Valles de Moyobamba.

Al igual que San Juan de los Chachapoyas, primera ciudad del Oriente del Reino del Perú, en su temprana historia se convirtió en un bastión importante para las expediciones que buscaban nuevas riquezas o tierras en los territorios amazónicos y para los misioneros que buscaban almas para el Señor. La ciudad era uno de los centros importantes de la gobernación de Maynas. Tuvo un desarrollo lento pero seguro para la fe y las culturas custodiadas dentro de la misma; Santiago de Moyobamba contribuyó a conservar y a extender un dialecto quechua codificado por misioneros, el kichwa, ayudando también al buen crecimiento y extensión de las tribus en las misiones.

A pesar de esa bonanza inicial ciertos eventos tempranos golpearon socialmente a la ciudad de Santiago. Tal fue el caso de las reformas de Carlos III (que privaron la extensión de las misiones jesuitas y situaron en su lugar más elementos militares tratando de mantener las misiones de la región con apoyo franciscano). Estas fueron zonas altamente leales durante las guerras de secesión hispanoamericanas, incluso recordadas de un modo defectuoso hasta ahora. Es imprescindible hacer un recordatorio de la decisiva batalla de Habana, en la que, con la ayuda de las expediciones de los secesionistas sureños, se derrotó a las huestes realistas.

Aun así, ése no sería el ocaso de la Ciudad, la cual durante el siglo XIX y a pesar de ciertas rivalidades con el gobierno central limeño, siguió siendo un centro importante para la expansión y comercio, constituyendo un nexo para el crecimiento de ciudades como Santa Cruz de los Motilones de Tarapoto o San Pablo de Nuevo Napeanos (conocida también como Iquitos) y fue receptora de la inmigración de elites comerciales de la región de Cajamarca y Chachapoyas. A pesar de ello en ciertos aspectos la catolicidad selvática tendría reveses: las elites caucheras exportaron la cultura masónica junto a cierto arquetipo del cauchero; la ambición ciega de estas élites, fue cimentada incluso aún más con el cambio de la capital de la ciudad de Moyobamba a Loreto en castigo por la rebelión autonomista federal de 1896, reminiscente del combate por las viejas libertades forales del Reyno del Perú en búsqueda del crecimiento y desarrollo de la región.

Pese a esos cambios y reveses, Santiago de los Ocho Valles siguió prosperando incluso con medidas atroces gubernamentales que llevaron misioneros presbiterianos escoceses a la región hace ya un siglo, en 1922, contribuyendo a la acelerada protestantización de las sociedades selváticas. El proselitismo protestante aumentó en intensidad volviéndose más agresivo desde la guerra fría. En este contexto, cabe mencionar brevemente la proliferación del fenómeno de las megaiglesias y diversas sectas como el adventismo y mormonismo, sin olvidar a ciertos miembros del clero de la llamada teología de la liberación. Eso, junto con el terrorismo y el narcotráfico ha supuesto que tanto Moyobamba como las ciudades aledañas hayan sufrido heridas que tardaron en cicatrizar, mucho más con los recuerdos de quienes no lograron sobrevivir. Estos males no han logrado acabar con los colores de la región ni con la capacidad de sus gentes para mejorar.

La región aún mantiene sus retos, con un catolicismo que aun sigue en pie de guerra a pesar del número preocupante de herejes que se dicen católicos sin serlo, o ciertos cambios políticos causados por meras ambiciones personales. Esto repercute en la creciente bonanza de la ciudad y su área de influencia. Los problemas sociales antiguos adquieren elementos nuevos entre los que destaca un cierto espíritu laxo o el «convivir» en vez que vivir unidos en santo matrimonio. Se hace necesaria una acción más regional, como también, en este 482 aniversario de la fundación, elevar al Cielo una plegaria por intercesión de nuestro Apóstol protector, Santiago el Mayor, para que se renueve la voluntad de restaurar las sociedades selváticas, conocidas por ser las que trajeron muchas almas a Cristo. Que esta oración se haga extensiva a todo el Perú.

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza