(Versión en español más abajo)
Part I. Introduction
Among the many great issues that Filipino Catholics are confronted with amidst the modernity that ever seeks to confound us, there is perhaps none as neglected —and yet still one of the most important— then the question of the Filipino Identity; for tied to the solution of this question lies that of another: the Social Kingship of Christ in our land. Now, dear reader, you may pause and ask «What does our identity matter in the fight for the Kingship of Christ? Is it not enough to focus on issues that currently plague our society such as homosexuality, abortion, the divorce question, etc.?» On the contrary, argues the author, for as the philosopher once said, «to know thyself is the beginning of wisdom», it then follows that if we wish to adequately fight the evils of our times, we must recover our identity for two purposes; to know who we Catholics fight for- for we are involved in a war for the glory of God, yet also for the salvation of souls-, and to learn how best to apply the Social Kingship of Christ in our land. For although Our Lord wills to rule all peoples of the Earth, yet how this rule is applied to each nation differs
In order therefore to rediscover the Filipino Identity, it is necessary to retrace our peoples’ history back 500 years, as is intended for the following articles, and we shall see as we go through history, how our identity was formed, how it was lost, and how we may reclaim it.
Part II. Origin
Although the Philippine Islands have been inhabited for many millennia, the Philippines itself as one united polity did not exist until the late 16th century. Consequently, there was no Filipino Identity that existed before the aforementioned century, instead of which one would find a collection of different peoples that each had their own distinct identities, as indeed they still possess to this day, such as the Tagalogs, the Cebuanos, and the Kapampangan. It is in such a climate therefore, that the Spaniards arrived on our shores and united all of these many peoples into one polity, all the while safeguarding and yet enriching the identity and culture of these many races.
Now, a common misconception of the Spanish conquest is that it was a violent and brutal subjugation that led to the oppression of the Filipino Peoples. However, as expounded upon in «The Controversy over Justification of Spanish Rule in the Philippines» by J. Gayo Aragon, O.P., the Spanish in their conquest of the Americas and the Philippines sought to legitimize their rule over their new domains, either through the means of a grant by the Roman Pontiff, the «… father of princes and kings, the ruler of the world, the vicar of our Savior Jesus Christ on earth» as told in the Papal Coronation ceremony; or through the choice of the native inhabitants of these territories. In the Philippines, the religious orders who were assigned to spread the Catholic Faith were divided in their opinions as to which method was the best to proceed with. The Augustinian Friars and Jesuits for their part, believed that Spanish dominion was justified by papal grant, whereby the Spanish had the right to rule the new territory in order that the Catholic faith might be spread unhindered to the natives and that their new faith might hence be protected. On the other hand, the Dominican Friars, led by Bishop Domingo Salazar of Manila and Father Miguel de Benavides, opined that the Spanish had no legitimate rule over the territory, unless this had been given by the free consent of the natives and their original rulers jointly. As it would turn out, the opinion of the Dominicans prevailed, and as recounted by J. Gayo Aragon, O.P. :
«On February 8, 1597, Philip II issued a decree ordering the governor-general of the Philippines to call together the authorities of the islands to determine ways and means, first, to restore tribute unjustly collected from pagan natives, over whom the king had no legal power, and, second, to obtain, without coercion, ratification of the natives’ submission to the Spanish sovereign who, in his own words, had been convinced by Father Benavides that he should cherish submission of his subjects only when voluntarily given».
Thus, with the notable exceptions of many Igorot Tribes in northern Luzon and other tribes in Mindanao, the natives of Las Islas Filipinas freely joined the great family of Hispanidad, a family of many different peoples united under one crown, where the sun never set and Christ was (and still should be) King.
Aragon, J.Gayo. The Controversy over Justification of Spanish Rule in the Philippines, https://www.sspxasia.com/Newsletters/2001/Oct-Dec/The_Controversy_over_Justification.htm
Written by: Elijah Francis Morales, Círculo Carlista Felipe II de Manila
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(Versión en español)
Parte I. Introducción
Entre las muchas grandes cuestiones a las que se enfrentan los católicos filipinos en medio de la modernidad que siempre trata de confundirnos, quizá no haya ninguna tan descuidada —a pesar de ser una de las más importantes— como es la relativa a la identidad filipina; porque atada a la solución de esta cuestión está la de otra: El Reinado Social de Cristo en nuestra tierra. Ahora, querido lector, puedes detenerte y preguntar: «¿Qué importancia tiene nuestra identidad en la lucha por la Realeza de Cristo? ¿No basta con centrarse en los temas que actualmente asolan nuestra sociedad como la homosexualidad, el aborto, la cuestión del divorcio, etc.?» Al contrario, pues como dijo el filósofo, «conocerse a sí mismo es el principio de la sabiduría». Se deduce entonces que si queremos luchar adecuadamente contra los males de nuestro tiempo, debemos recuperar nuestra identidad con un doble propósito; saber por quién luchamos los católicos —pues estamos involucrados en una guerra por la gloria de Dios, pero también por la salvación de las almas—, y aprender a concretar mejor el Reinado Social de Cristo en nuestra tierra. Porque aunque Nuestro Señor quiere gobernar a todos los pueblos de la Tierra, sin embargo, difiere algo la forma en que esta regla se aplica a cada nación
Por lo tanto, para redescubrir la identidad filipina, es necesario retroceder 500 años en la historia de nuestro pueblo, como se pretende en los siguientes artículos, y veremos a medida que avancemos en la historia, cómo se formó nuestra identidad, cómo se perdió, y cómo podemos recuperarla.
Parte II. Origen
Aunque Las Islas Filipinas han estado habitadas durante muchos milenios, Filipinas como entidad política unida no existió hasta finales del siglo XVI. En consecuencia, no existía una identidad filipina antes de dicho siglo, sino que se trataba de un conjunto de pueblos diferentes que tenían cada uno su propia identidad, que, de algún modo, siguen teniendo hasta hoy. Tal es el caso de los tagalos, los cebuanos y los pampangos. En este contexto, los españoles llegaron a nuestras costas y unieron a todos estos pueblos en una sola entidad política, salvaguardando y enriqueciendo la identidad y la cultura de estas razas.
Ahora bien, un concepto erróneo de la conquista española es que fue una subyugación violenta y brutal que condujo a la opresión de los pueblos filipinos. Sin embargo, como se expone en «La controversia sobre la justificación del dominio español en Filipinas» de J. Gayo Aragón, O.P., los españoles, en su conquista de las Américas y de las Filipinas, trataron de legitimar su dominio sobre sus nuevos dominios, bien a través de una concesión del Romano Pontífice, el «… padre de los príncipes y de los reyes, el gobernante del mundo, el vicario de nuestro Salvador Jesucristo en la tierra», como se dice en la ceremonia de la Coronación Papal; o bien a través de la elección de los habitantes nativos de estos territorios. En Filipinas, las órdenes religiosas a las que se asignó la difusión de la fe católica estaban divididas en sus opiniones sobre qué método era el mejor para proceder. Los frailes agustinos y los jesuitas, por su parte, creían que la dominación española estaba justificada por la concesión papal, por la que los españoles tenían derecho a gobernar el nuevo territorio para que la fe católica se extendiera sin obstáculos a los nativos y para que su nueva fe quedara así protegida. Por otro lado, los frailes dominicos, encabezados por el obispo Domingo Salazar de Manila y el padre Miguel de Benavides, opinaron que los españoles no tenían un dominio legítimo sobre el territorio, a menos que éste hubiera sido otorgado por el libre consentimiento de los nativos y sus gobernantes originales conjuntamente. La opinión de los dominicos se impuso y, como relata J. Gayo Aragón, O.P.:
«El 8 de febrero de 1597, Felipe II emitió un decreto en el que ordenaba al gobernador general de Filipinas que convocara a las autoridades de las islas para determinar los medios, primero, de restituir el tributo injustamente cobrado a los nativos paganos, sobre los que el rey no tenía ningún poder legal, y, segundo, de obtener, sin coacción, la ratificación de la sumisión de los nativos al soberano español que, según sus propias palabras, había sido convencido por el padre Benavides de que debía apreciar la sumisión de sus súbditos sólo cuando se diera voluntariamente».
Así, con las notables excepciones de muchas tribus igorrotes del norte de Luzón y otras tribus de Mindanao, los nativos de las Islas Filipinas se unieron libremente a la gran familia de la Hispanidad, una familia de muchos pueblos diferentes unidos bajo una sola corona, donde el sol nunca se ponía y Cristo era (y aún debe ser) Rey.
Aragón, J.Gayo. La controversia sobre la justificación del dominio español en Filipinas, https://www.sspxasia.com/Newsletters/2001/Oct-Dec/The_Controversy_over_Justification.htm
Elijah Francis Morales, Círculo Carlista Felipe II de Manila