No ha habido momento en que no se haya defendido la obra de España en América, incluso por personas o grupos que defienden ideologías totalmente contrarias a los principios tradicionales de la sociedad.
Pero también es cierto que, al mismo tiempo, es muy atacada. Especialmente por los liberales del siglo XX que vivían en un entusiasmo propio de su tiempo por implementar las nuevas instituciones anglosajonas y afrancesadas, las cuales tenían por obstáculo el antiguo orden social hispánico que todavía estaba arraigado en el pueblo hispanoamericano. También, hoy en día, el indigenismo hace lo suyo repitiendo una y otra vez la leyenda negra tantas veces desmentida.
Sin embargo, en los últimos años se ha manifestado un movimiento que se llama así mismo hispanismo y que se ha caracterizado por su defensa que se le debe a la obra histórica de España en América. El problema es que su defensa histórica es ambigua, y no puede ser de otro modo ya que ambiguo es el movimiento por conglomerar una gran diversidad de miembros y grupos que proclaman diversas ideologías.
Por esto mismo, una frase que caracteriza mucho la defensa que realiza este movimiento es: ni leyenda negra, ni rosa. Afirmación que a primera vista parece ser un llamado a la imparcialidad, es decir, desmentir tanto los mitos de la leyenda negra pero sin justificar los abusos reales. Pero adviértase que esta frase no necesariamente se puede interpretar así.
Desmentir la leyenda negra, la cual fue una guerra propagandística intencional contra España, es un deber para con la verdad histórica. La leyenda negra tiene la intención de demonizar o hacer creer que España fue el villano de la historia.
¿Y la leyenda rosa? Si la leyenda negra hacer ver a España como la maldad encarnada, la leyenda rosa, en teoría, haría ver a España como la portadora de la bondad. Y aquí comienza el problema interpretativo.
Si negar tanto la leyenda negra como la rosa, es un llamado a la imparcialidad, ¿hacía qué objeto se dirigiría la imparcialidad? Se puede afirmar que ser un investigador imparcial con respecto a los hechos de la obra de España en América es simplemente describir la gran obra civilizadora sin negar los abusos que sucedieron como en toda empresa humana.
El problema surge cuando se busca una imparcialidad incluso en la bondad y en la maldad. En otras palabras, ver la conquista de América indiferentemente, sin ningún juicio moral, sino simplemente cómo un hecho que simplemente existió y se desarrolló con sus aspectos positivos o negativos, por lo que no se la debería demonizar ni alabar.
Ahora bien, ¿quiénes alaban la conquista de América cómo un hecho bueno y providencial, por el cual se pudo alcanzar a nuevas almas la obra salvífica de Cristo y su Iglesia? Con gran razón los católicos hispanoamericanos alabamos y exaltamos la obra de la Monarquía Católica en América y en las diversas tierras donde llevó la fe y la civilización.
Por ello, la postura o la frase ni leyenda negra, ni leyenda rosa puede ser utilizada sin problema por liberales que ven en la conquista de América un puente necesario, en el que la imperfecta civilización antigua y católica sacó a los indígenas del salvajismo, la cual luego dio lugar a la perfecta civilización fundamentada en la libertad del individuo que logró el ansiado laicismo y la democracia.
Así también los socialistas que ven los hechos de un modo historicistas, dónde la dialéctica hegeliana aplicada a lo material desarrolla, de un modo evolutivo y necesario, las diferentes etapas de la historia diferenciadas por su estructura de producción económica. Por lo tanto, las etapas anteriores simplemente están en función de las subsiguientes.
En conclusión, esta postura de utilizar hasta el hartazgo la aclaración ni leyenda rosa no es un llamado a no negar los abusos, sino a no exaltar ni alabar la obra de la España evangelizadora y civilizadora, lo cual un católico hispano, y aún más uno que se considere tradicional, no debería ser parte. Todo lo contrario, si nuestro deber es intentar reinstaurar la Ciudad Católica en las actuales circunstancias, es de gran ayuda tomar como ejemplo lo que se vivió cuando ya estaba instaurada en estas tierras.
Gabriel Robledo, Círculo Tradicionalista del Río de la Plata