Partitocracia: un feudalismo electivo

RTVE

Uno de los lugares más comunes del materialismo histórico es la pretensión de que el medievo fue un periodo en que todas las estructuras sociales en el continente europeo estaban basadas en relaciones feudo vasalláticas. La estela de Charles Parain ha pasado como explicación canónica de dicho periodo en todos los libros escolares, pese a su poca solvencia intelectual. Según esta explicación la Iglesia por supuesto bendecía y amparaba ese andamiaje en que unos sufridos labradores estaban sometidos al expolio del fruto de su trabajo por unos señores feudales que además sometían a toda clase de abusos a los mismos. No importa que en las Españas este modelo fuese desconocido en una Castilla cuya génesis estaba asentada sobre la libertad de los labradores y amplia propiedad comunal a través de las Comunidades de Villa y Tierra, o que en Aragón se diese una organización análoga a través de las Comunidades de Aldea. Si algún vestigio de feudalismo, según la visión chusca del materialismo, hubo en la Península el mismo estaba residenciado en las tierras ocupados por los dominadores islámicos que exigían onerosos tributos a los labradores. Si eran cristianos sus heredades dejaron de pertenecer a sus sojuzgados propietarios y se convirtieron en bienes de la comunidad islámica (fai). Los cristianos quedaban sometidos al pago de los impuestos personal (chizya) y territorial (jarach). Y en el ámbito cristiano sólo hubo esta clase de abusos señoriales en la Cataluña central a través de la práctica de los malos usos señoriales, a los que puso fin la intervención Real de Fernando el Católico en la Sentencia arbitral de Guadalupe.

Sin embargo, es cada vez más evidente que las características definitorias que el marxismo cultural predicó de ese modelo se pueden aplicar al entramado institucional de la partitocracia, incluso agravadas. El mercado laboral actual exige muchas veces unas condiciones más duras que el del cultivo de la tierra. Este, pese a sus exigencias físicas estaba armonizado con los ciclos naturales de la vida. Actualmente los horarios de trabajo rompen los ciclos del descanso y del calendario para santificar las fiestas. La competitividad conlleva unos niveles de tensión e incertidumbre desconocidas en cualquier otro periodo. Los sueldos derivados de este trabajo impiden mayoritariamente el acceso a una propiedad efectiva de aspectos esenciales como la vivienda, que hipotecan de por vida a las familias. Y una parte significativa de este sueldo y de los consumos se pierde en impuestos, que por su dimensión en ocasiones tienen carácter confiscatorio. Estos impuestos sirven para financiar un entramado interminable de clientelismos, administrados en sus diversos estratos por una clase privilegiada que tiene libertad absoluta para determinar qué carga impositiva imponer y en qué gastarlo. Este neofeudalismo es electivo en lo que atañe a la facción que administrará el expolio fiscal, que no es otra cosa que la sustracción del fruto del trabajo de las clases productivas. Pero bajo ningún concepto se plantea la posibilidad de arbitrar instrumentos para decidir cuánto recaudar o en qué invertirlo. Sólo sobreviven las compañías más opacas, sobre modelos de negocio especulativo y multinacional. Y mientras tanto los nuevos señores feudales van extendiendo con la excusa de lo público sus tentáculos incluso en lo más íntimo del ser humano y desfondando cualquier iniciativa social o corporativa que no pase por los partidos políticos. En definitiva: Estado servil, modelo liberal comunista chino, feudalismo electivo y agravado.

Un buen primer paso para acabar con dominación es deslegitimarla no participando en la elección de nuevos señores feudales que en todos sus espectros nos sacarán hasta las entrañas. Y seguir luchando para que venga un nuevo Fernando el Católico que nos libre de los abusos y malos usos señoriales.

Xavier Molins, Círculo Tradicionalista Ramón Pares y Vilasau