En 2030 no tendrás nada, salvo la fe

E. de Frutos

El globalismo sigue con su propaganda de ingeniería social con la meta fijada en el año 2030. La Agenda 2030 se auto-proclama desde hace tiempo como el hito en que el orden mundial culminará un gran cambio que afectará profundamente al modo de vida y hábitos de los hombres.

En uno de sus vídeos promovidos —You’ll own nothing and you’ll happy—, nos explican que, en 2030, no tendremos nada en propiedad, comeremos menos carne, deberemos acoger un mayor volumen de inmigrantes y profundizar en los puntales de nuestras sociedades democráticas. Por otro lado, no sorprende que las competencias ministeriales para la implementación de la agenda 2030 recaigan, en España, en el miembro de más marcado perfil comunista del gobierno. Más bien, es un indicativo del rumbo que se pretende dar a este tipo de iniciativas.

Y es que la Agenda 2030 no representa más que la satánica coyunda entre el capitalismo más salvaje al nivel de las élites globales, y el socialismo aplicado a los plebeyos. Una coyunda que, además, y viendo cómo se ha desenvuelto el capitalismo en base a los principios en que se funda, tiene toda la lógica: En su día, el socialismo fue un auténtico capitalismo de Estado, que acumuló la propiedad de los medios de producción, para beneficio de sus élites políticas, burocráticas e intelectuales, y dejando la miseria para los ciudadanos. Hoy, el capitalismo de estado deja paso al capitalismo de multinacional. En realidad, no hay diferencia significativa. El liberalismo burgués engatusó a muchos con la idea de que la riqueza y el éxito son la consecuencia de la eficiencia y el logro de mayores cotas de bienestar para la sociedad, en base a la ridícula premisa de que las fuerzas del libre mercado premian a los buenos y castigan a los malos, como una especie de demiurgo mitológico.

En nuestros días, los considerados como buenos han alcanzado tanto éxito, que nadie, ni el más potente de los estados, puede hacerle frente. ¿Siguen, señores burgueses, siendo tan eficientes y generando tanto bienestar como justifican las astronómicas cotas de poder económico, político y social, que ostentan? Y aunque fuese así, ¿es ése un precio justo a pagar por el progreso? ¿Es la ingeniería social aberrante, que desemboca en la disolución del hombre y de las sociedades, el precio de nuestro bienestar?

Las élites vienen a decirnos que en 2030 no tendremos nada. Gracias por los ánimos. Suerte que a continuación nos dicen que seremos felices. Me pregunto si los pocos que lo tendrán todo, serán más felices que nosotros. En 2030 solamente habremos de preocuparnos, por Gracia, de conservar la fe.

Javier de Miguel, Círculo Ntra. Sra. de los Desamparados