Vasco de Quiroga (1470-1565) nació en Madrigal de las Altas Torres, en Castilla la Vieja. De ascendencia gallega por el lado paterno, estudió derecho y fue jurista de profesión; habiendo estudiado en la Universidad de Valladolid y de Salamanca, don Vasco conocía la “Utopía ” de Santo Tomás Moro. Durante estos años de estudiante, soñaba con ayudar como abogado en la fundación y gobierno de las ciudades que se iban creando en las nuevas tierras de la Nueva España.
Entró al servicio real como funcionario de la Corona, y con esta investidura lo encontramos como juez visitador en el recién conquistado reino de Orán (África del Norte), en 1525. Obviamente, la Corona estaba satisfecha con su trabajo, porque lo mandó a Murcia, y fue allí donde recibió la notificación de su nombramiento como oidor de la Segunda Audiencia de México.
Llegó a Veracruz a fines de 1530 y a la ciudad de México en enero de 1531. Allí empezó su gran labor, no sólo como oidor sino también como fundador de dos «pueblos-hospitales» llamados Santa Fe: el primero cerca de la ciudad de México, y el segundo, que nos concierne más, el de Santa Fe de la Laguna, en Michoacán. (Warren 1996). En el año 1537 don Vasco de Quiroga recibió de Paulo III las Bulas anunciándole que sería consagrado obispo al año siguiente.
Y llamaron a su obispo “Tata”, que, en náhuatl, equivale a padre, pastor, amigo de la raza purépecha. Y le ayudaron a construir ciudades, “hospitales” y templos. (García 2001). Quiroga también fundó el Colegio de San Nicolás, en el cual quiso educar jóvenes para el sacerdocio. Además, pensaba que en este colegio la gente indígena podría enseñar su lengua a los estudiantes españoles y así prepararlos mejor para el servicio religioso en los pueblos.
Él soñaba con agrupar a los indígenas en ciudades y educarlos en la vida comunitaria enseñándolos a trabajar al mismo tiempo que eran educados en la religión cristiana y en los rudimentos de las ciencias y las artes. Quería que aquellos pueblos, errantes por naturaleza, se hicieran sedentarios y se acostumbraran a amar la tierra en la que trabajaban y vivían. (García 2001). Tanto fue el aporte que actualmente se siguen observando artesanías de corte de la madera, la talabartería, la pintura, la forja del hierro, el martillado del cobre, la cerámica, los tejidos de la seda, la fabricación de vi huelas y violines, sillas y armarios, campanas, anzuelos, redes, etc.
Ya en sus últimos años de vida, fatigado por el gran trabajo que hacía de educación se había completado, fallece una tarde en Uruapan a los 95 años de edad visitando uno de los hospitales que él mismo había fundado.
FARO/Circulo Carlista Vasco de Quiroga. L. Á. Sánchez Velázquez