El toro salvaje fascinó al hombre desde la prehistoria mediterránea, como puede observarse en los grabados de las cuevas de Lascaux, en las pinturas de los palacios de Cnosos y en todo el arte cretense en general. En torno a su figura pueden leerse relatos mitológicos fascinantes propios de civilizaciones como la egipcia y la griega.
En España, el toro se impregnó de su cultura y se vinculó intrínsecamente con la religión católica. La obra del escritor Gonzalo Santonja hace referencia a textos y figuras taurinas del siglo XII en la iglesia de Pinarejos (Segovia) y en el convento de San Francisco de Bermeo. También destaca la existencia de tres catedrales que cuentan con imágenes relativas a suertes a toros bravos: Ciudad Rodrigo, Barcelona y Pamplona.
El rey Felipe II le explica al Papa Sixto V que la celebración de festejos está acreditada en la península ibérica desde el siglo IX. El calendario taurino coincide con las efemérides religiosas en su mayoría, con las dedicadas a la Virgen María. La santa religión y el toreo siempre han ido de la mano en «…este arte que sabe de miedos, soledades y esperanzas…» (Luque).
Por eso mismo América al ser descubierta y conquistada por España, recibe como herencia el idioma, la religión y su cultura; y por extensión el arte de los toros. En América no había ni caballos ni toros bravos, pero ya Hernán Cortés organiza festejos taurinos y le encarga a su primo Juan Gutiérrez Altamirano fundar una ganadería de toros bravos. En cumplimiento de esta orden se establece en el Estado de Méjico, lo que hoy se conoce como la ganadería de Atenco en 1528. De esta manera llegan los toros a este continente y van a jugar también un papel fundamental en la evangelización.
Los mejicanos aprendimos este arte y lo paladeamos tanto, que en la actualidad se habla de dos escuelas taurinas: la española (sevillana y rondeña) y la mejicana. Un torero contemporáneo con quien resurge el toreo «a la mejicana» es Jerónimo Ramírez de Arellano. ¡Qué coincidencia, Hernán Cortés se casó en segundas nupcias con una mujer que se apellidaba Ramírez de Arellano!
Este pasado domingo de Resurrección, 4 de abril de 2021 en la ciudad de Zacatecas, Méjico en toda su expresión y poniendo alma y cuerpo, el matador Jerónimo después de un año de abstinencia por pandemia, llenó con este arte el espíritu del aficionado, llegando a la excelsitud del toreo. Con el capote toreando a la verónica, con la muleta tanto por la derecha como por la izquierda alcanzó nota de una profundidad majestuosa, especialmente en su segundo toro donde fue imposible torear mejor y con sentimiento, sin menoscabo de técnica para matar a este tipo de toros de la hacienda de Piedras Negras (Tlaxcala) con los que, por su bravura y sentido, es difícil de lograr faenas tan completas y artísticas. Este ganado mejicano es comparable a los Miura y Vitorinos de España.
Matando a sus dos toros piedranegrinos de sendas estocadas, haciendo la suerte suprema como se manda, cortó una oreja en su primero y dos en su segundo, y fue sacado a hombros del ruedo. El respetable público salió con el corazón lleno, después de haber visto como muy pocas veces sucede ya, el toreo a la mejicana con buen ganado en esta Plaza Monumental.
En definitiva, fue una magnífica tarde de toros de encaste de Saltillo de la Hacienda de Piedras Negras. Se trata de una ganadería fundada en Tlaxcala en 1870, que ya ha cumplido los 150 años de su fundación, cuya propiedad pertenece desde sus orígenes a la familia González. Es un caso similar al de la ganadería Miura en España. Esta corrida era todo un reto, pues Zacatecas es territorio de otra ganadería madre en Méjico, la de San Mateo.
¡Vivan las tradiciones! y cito a Carlos Fuentes: «mejicanos y españoles tenemos el privilegio, pero también la carga, de entender que la muerte es vida. O sea, todo es vida, incluyendo a la muerte, que es parte esencial de la vida».
Sergio «Bombita» Ramírez de Arellano y Aguilar