El mestizo es el indiano por excelencia. El «indiano» es alguien nacido en los Reinos de Indias. Cuando los conquistadores afianzaron su dominio sobre el territorio y habitaron en él, quisieron reconstruir la patria que dejaron atrás: fundaron nuevas patrias ante una realidad material un tanto diferente. Los conquistadores y sus hijos mestizos no podían reproducir con exactitud el estilo de vida ibérico. Añadieron el maíz a su dieta en ausencia del trigo y aprendieron a comer cuy o iguana, según la zona.
Así pues, el mestizo es un español, un español americano o un indiano. Fue moldeado a la española, pero con arcilla americana. Hay quienes creen que ser tradicionalista es reproducir un estilo de vida como si se tratase de una realidad absolutamente idéntica. Lo que queda fuera la tradición hispana, que es la del carlismo, que defiende la sana particularidad de las regiones y las ciudades. El Nuevo Reino de Granada, que incluía la actual Colombia, es quizá el lugar donde el mestizaje fue más fuerte. Tanto así que los visitadores nos consideraban «gentes libres de todos los colores».
Los neogranadinos tenemos una tarea titánica: rechazar el ideal de nación afrancesado que nos han vendido. Tenemos la materia de tres mundos, forma indiana y el alma española. No importa nuestro haplogrupo o color de piel. Nuestra cultura, nuestras costumbres delatan nuestra triple herencia. Vistamos con ruana o sombrero vueltiao, bailemos bambuco o joropo, somos herederos de la Conquista y nuestros padres fundaron estas patrias católicas.
Debemos, pues, restaurar dichas patrias católicas. Comarcas libres de todos los colores y de almas españolas. Colón no es un extranjero, nuestra civilización no es extraña ni forastera. Colón es nuestro Eneas, que sale de una España floreciente y la convierte en una Monarquía Universal, una Monarquía Católica. La gloria de España, nuestra gloria, está donde no se pone el Sol y tiene por hijos a hombres de distintas razas.
C. Restrepo, Círculo Tradicionalista de la Nueva Granada.