«Feu-me Justicia, Senyor Rei»

© P. de Beira

Hace ya mucho tiempo escuchaba embelesada a uno de esos venerables veteranos carlistas que, en el Círculo, nos contaba a los entonces jóvenes aquellas historias que dejaban huella: una muestra de lo que es un Rey Tradicional en un régimen Foral.

Se refería nuestro buen carlistón a una de las potestades (divididos como poderes luego en los Estados, parida de la revolución francesa) del Rey. Porque en aquellos tiempos en que el Rey, ungido de Dios, reinaba, gobernaba, legislaba e impartía justicia a sus súbditos. No esclavos, no vasallos ignotos, sino hijos porque actuaba como pater familias en virtud de la unción de que antes hablaba. La Justicia era el mayor adorno de su Corona.

La historia en cuestión refería a un buen valenciano, de buena cuna (porque todo cristiano lo es), de situación socio-económica seguramente baja y por ende desprotegida. Valenciano que, habiéndose visto malparado por el magistrado que debía impartir la Justicia en el nombre del Rey, salió, salió con fe y con esperanza como únicos ocupantes de su alforja, salió a esperar la venida al Cap i Casal de su Rey. Sentóse el labriego y esperó.

Héte aquí que el Rey se acercaba a la Ciudad de Valencia y el buen labriego se levantó presuroso para, poniéndose al estribo del caballo real, solicitar, con todo su derecho «Feu-me justicia, Senyor Rei». Y el Rey, con el discernimiento de su obligación ante el derecho del más débil, se apeó de su montura para escuchar y hacer justicia al solicitante. Para, según las Escrituras, impartir la Justicia que viene de Dios y que sólo un Rey Foral es capaz de aplicar.

Siglos han pasado, pero la cuestión es la misma. Más doliente en estos tiempos de depravación moral, de gentuza que usurpa de forma ignominiosa una Corona que siempre les vino grande y un Trono que ya no sirve para aplicar la Justicia a los débiles de Dios. ¿Cómo aplicará justicia quien conculca deberes y usurpa derechos?

«Feu-me Justicia, Senyor Rei», que sólo un Rey Católico, Padre de su Patria, custodio de los Fueros de sus Reinos, será capaz de traernos ese estado en que hasta el más humilde tiene cabida en sus brazos. Sólo el Rey Legítimo puede hacerlo.

¡Por Dios, por la Patria, y el Rey!

Salmo 71
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

 

P. de Beira,  C. C. Abanderado de la Tradición