Con este relato, José Oviedo y Baños coronó su célebre Historia de la Conquista de Venezuela. En junio de 1595, la expedición del pirata inglés Amyas Preston se encontraba cerca del litoral central. Al saber que estaba próximo a Caracas, fortalecieron la defensa de las principales vías de acceso a la ciudad.
Pero Preston había tomado la ruta de un camino secreto, revelado por un vecino que captaron a las afueras de la misma. Los caraqueños fueron sorprendidos sin armamento, y decidieron abandonar la ciudad para evitar los mayores abusos del saqueo inglés. Así, cuando los ingleses llegaron, la encontraron despoblada.
Pero quedaba una persona: Alonso Andrea de Ledezma, alcalde entonces de Baruta y miembro fundador de Santiago de León de Caracas. Hombre de ya avanzada edad. Se había quedado en la ciudad esperándolos para defender y dejar en alto el honor de la patria. Dispuesto a enfrentarse él solo a toda la tropa inglesa.
Estos, al ver el valor del hombre, quisieron atraparlo vivo. Pero se defendió gallardamente, y ante las bajas decidieron darle muerte con un disparo. La dieron sepultura y honores militares, pues no merecía menos toda su hidalguía. Su valentía fue capaz de conmover incluso el ánimo de aquellos piratas. Que no dejaron de serlo, al reanudar el saqueo y quema de la ciudad después de matarle.
Esta historia fue tan impresionante que se difundió con rapidez. No sólo entre los funcionarios españoles, como en el informe de Garci Gonzales da Silva. También entre muchos puertos de comercio importantes. Se extendió tanto, que llegó a oídos de un tal Miguel de Cervantes, que se encontraba en Sevilla por aquellas fechas. Algo de inspiración encontró en la historia el escritor más español y más universal. Escribió Don Quijote de la Mancha, que, como todos saben, se llamaba en realidad Alonso Quijano.
Hector Hernández, Círculo tradicionalista de Venezuela.