Marxismo y liberalismo, dos caras de la misma moneda

«La libertad guiando al pueblo», por Eugène Delacroix

Empieza así D. Rafael Gambra su libro La unidad religiosa y el derrotismo católico:

«Cada tiempo trae su asombro y el nuestro nos ha traído una corriente en pro de la laicización de la sociedad y del Estado no a impulsos de racionalistas, o de agnósticos, ni siquiera de protestantes, sino de católicos».

Décadas después, consumada dicha laicización, observamos la aceptación de la democracia liberal como un mal necesario por parte de unos católicos y la defensa de ella como un bien necesario por parte de otros. Sin embargo, ni unos ni otros son capaces de denunciar los terribles frutos que de ella han derivado, ni ver en ella la posible causa de la descristianización de España.

Entre muchos de los primeros se observa una obsesión casi enfermiza por presentarnos a Vox como la solución a todos los problemas que vive España; la crisis económica, la crisis moral, la crisis de fe… De tal manera que, abandonado el discurso católico de la unidad en una sola fe, como hijos pródigos y a consecuencia del abandono de la casa del padre, buscan algarrobas de las que alimentarse.

Hace días Javier Navascués, como es habitual últimamente en él, publicaba una entrevista a uno de esos políticos de Vox, confeso católico, Manuel Acosta Elías. En dicha entrevista, el político católico se quejaba de la lucha intestina contra la Iglesia por parte de la izquierda marxista (así calificaba el político en cuestión a sus adversarios políticos).

Habría que recordarle a Manuel Acosta que la constitución que ha jurado respetar es liberal, y que los frutos de esa constitución son, entre otros, el resultado de una guerra declarada contra la Iglesia, el aborto, el divorcio, el «matrimonio» homosexual, la eutanasia. Es decir, todo aquello que los poderes públicos, apoyados en la soberanía del pueblo español, estiman en cada momento necesario para el bien común.

Parece ser que muchos católicos como Javier Navascués y Acosta no se dan cuenta de que Vox es indistinguible moralmente de los partidos de izquierda. Su raíz es liberal y el liberalismo niega que la autoridad política de los gobernantes viene de Dios y también que las leyes civiles tienen su fundamento en un orden moral objetivo, en la ley de Dios.

Ya Pio XI, en su encíclica Divini Redemptoris, denunciaba la relación entre liberalismo y marxismo:

«No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es Jesucristo».

Así, todos los derivados políticos del liberalismo son la democracia liberal, los totalitarismos socialistas o comunistas.

También León XIII en Libertas Praestantissimum hablaba del liberalismo como de un ateísmo práctico:  

«La justicia y la razón prohíben, por tanto, el ateísmo del Estado, o, lo que equivaldría al ateísmo, el indiferentismo del Estado en materia religiosa, y la igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones».  

Por eso Manuel Acosta nos ofrece un discurso engañoso, porque habla desde la más absoluta incoherencia. Amparado por un partido liberal inicuo, defiende sus opiniones como legítimas, pero como una opinión más a respetar dentro del marco de la legalidad y del pluralismo. Le molesta que atenten contra la Iglesia y contra Cristo, pero no porque la Iglesia y Cristo sean la única Verdad que él esté dispuesto a reconocer delante de sus adversarios, sino porque no la respetan como una opción más en su derecho de ciudadanía.

Abandonando la Verdad y la verdadera doctrina política, estos católicos de pacotilla deberán conformarse con el desprecio de sus adversarios izquierdistas y marxistas. Puras peleas entre perros con los mismos collares.

 «No tengan relaciones indebidas con los que no creen. Porque, ¿qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas?» 2,Corintios 6,14.

Belén Perfecto, Margaritas Hispánicas