Debido a la puesta en marcha de la reforma laboral, el pasado uno de abril, con la derogación de los contratos por obra y servicio, y la limitación de los contratos temporales, para tener que acogerse en el engaño estadístico de la figura de contrato fijo-discontinuo (las empresas tienen que contratar a sus trabajadores de manera intermitente en el tiempo, pero con un contrato permanente, pudiendo cobrar el paro mientras carecen de actividad), la temporalidad queda camuflada en el 60 % de los nuevos contratos. Motivo de alegría para su impulsora, la Vicepresidente segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social, la comunista Yolanda Díaz: «los datos de paro son espectaculares».
Se han sumado 383.300 personas ocupadas en el segundo trimestre de 2022 respecto al trimestre anterior (un 1,91%) y la población con empleo se sitúa en 20.468.000. Esta cifra está impulsada por las vacaciones y su preparación. El aumento tampoco llega siquiera al del año pasado: el paro cae en 42.409 personas en junio, un 74% menos que hace un año). Por lo tanto, el empleo, ciertamente ha crecido en 796.400 personas (un 4,05%) en los 12 últimos meses.
¿Y el timo gubernamental? Los fijos-discontinuos (292.679) y los parciales (178.092) son más de la mitad de los nuevos puestos más estables. Esto se traduce en que el fijo-discontinuo se dispara un 965% en un año afectando ya a 4 de cada 10 contratos de empleos indefinidos.
Otro dato que hace relucir el maquillaje: Las horas trabajadas antes de la reforma laboral a la semana eran 34,5 en el segundo trimestre de 2019 y 33,3 ahora. Es decir, ahora que hay más empleo, se trabaja menos horas… por lo que existen más desocupados «escondidos» en la estadística bajo la tan alabada figura de los fijos-discontinuos.
Y toda falsedad requiere, además de distorsiones, olvidos; pues crecen las bajas en el empleo como consecuencia de la no superación del periodo de prueba. Con un espeluznante incremento, respecto a diciembre, de un 649 %.
¿Preocupación por esta situación de crisis? El Gobierno no está preocupado en absoluto. Para eso está el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y sus manuales de lenguaje inclusivo: ¿crisis? «Bonanza, bonanzo, bonance».
Agencia FARO, Círculo Tradicionalista de Baeza. R. Gómez Bastida
