Carlismo, derechas e izquierdas

Asedio de la Puerta de Behobia, batalla de Irún, 18 de mayo de 1837

En el imaginario colectivo mayoritario, el carlismo queda catalogado dentro del sistema ideológico dominante como «extrema derecha». Evidentemente, cualquier persona con un mínimo de inteligencia y buena intención es consciente de que esta categorización es una estupidez.

Sin embargo, es posible que la errónea adscripción al campo de las derechas pueda tener que ver con su estudio circunstancial. Cuando el carlismo surge tras el golpe de Estado de la usurpación, se proclama defensor de la religión y la monarquía hispánica legítima. Las lecturas que hoy se realizan sobre el mismo desde los prismas ideológicos favorecen que se confunda al carlismo con movimientos de derechas o incluso de extremas derechas quizás por su nacimiento histórico enlazado a estas demandas.

La realidad es muy distinta, dado que el carlismo pertenece por su propia naturaleza a la cosmovisión antigua del mundo. Las concepción sesgadas y fragmentarias son fruto del triunfo revolucionario. No es extraño que si exponemos la doctrina tradicionalista a personas que desconocen la denominación, dependiendo de qué tema tratemos somos colocados desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Si hablamos de la autoridad, nuestra defensa de la autoridad natural puede inducir a ser calificados como conservadores, pero nuestro ataque al Estado como izquierdistas. Si se trata la cuestión social, diremos con Severino Aznar comentando la anterioridad de Mella a la Rerum Novarum que de la misma tradición nace la defensa contra las injusticias sociales. Una anécdota simpática referida a Mella a este respecto: el titán cangués solía decir que al sistema que sostenía el carlismo, para ser comprendido, optó por denominarlo «sociedalismo» dado que el progresismo ya utilizaba el término «socialismo».

Todo ello nos empuja a percibir la imposibilidad de reducir al carlismo a los reducidos esquemas ideológicos. Nada puede ser y no ser al mismo tiempo, nada puede progresar y permanecer quieto a la vez. De ahí nacen dos corolarios: i) el carlismo se mantiene fijo en su doctrina desde su origen ii) el conservadurismo o las derechas aparentan quietud, pero esconden progresismo ralentizado. He ahí el origen de las críticas al carlismo, he ahí el «progreso» de las derechas, he ahí la imposibilidad de conocimiento del carlismo, sistema representante de un mundo del cual los revolucionarios, algunos más rápido que otros, se van alejando a medida que la revolución se va consolidando.   

Miguel Quesada, Círculo Hispalense