Ángela Rodríguez Pam, «secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género», ha comentado recientemente unas polémicas palabras en relación con la familia. La secretaria ha anunciado que propondrán una ley de familias que busca «ampliar y ensanchar el concepto de familia», pues «la familia natural se ha superado por la vía de los hechos».
Lo que está diciendo esta señora no es ninguna tontería, aunque sí un grave error. Tan solo está llevando hasta sus últimas consecuencias ciertos planteamientos filosóficos que han defendido tantos filósofos desde finales de la Edad Media y, sobre todo, de la Edad Moderna. En efecto, es en esa época histórica cuando se da un cambio radical en aquello que se entiende por «naturaleza» y que ha dado pie a que esta señora entienda que la familia natural vaya a quedar obsoleta. Pero, ¿acaso «la familia natural» puede «ser superada»? Para responder, hemos de entender qué significa la palabra «natural».
Al margen de las múltiples acepciones de la palabra naturaleza, en lo que ahora nos interesa diremos que tanto Aristóteles como Santo Tomás tenían una visión teleológica de la misma. Es decir, lo natural en una cosa es aquello que es conforme a su finalidad propia. La naturaleza existe, es real, no es una mera manera de hablar, como pretenden los nominalistas. Así, (en esta acepción que nos interesa) la naturaleza de un ser se define en función de su finalidad. Por ejemplo, un manzano tiene como finalidad dar manzanas. De este modo, para el manzano, lo natural será aquello que es conforme a ese fin, que es dar manzanas. A su vez, en una cosa, algo será más natural cuanto más se aproxime a su fin.
La filosofía moderna, por el contrario, concibe la naturaleza como mera facticidad, rechazando toda concepción teleológica de la misma. Es decir, la naturaleza ya no atiende a los fines, sino que lo natural es simplemente aquello que se da en la mayoría de los casos. Se despoja a la naturaleza de la finalidad para entender lo natural como un suceso que ha ocurrido de una manera, pero podría haber ocurrido de otra, de manera indistinta, pues no tiene una finalidad intrínseca. Así, la finalidad no es algo intrínseco al propio ser de una cosa, sino aquello que, «de hecho», tiene lugar la mayoría de las veces.
Lógicamente, los clásicos sabían que lo natural tiene lugar la mayoría de las veces, pero eso no es lo que define a lo natural, puesto que puede ser que lo natural no suceda muchas veces y, sin embargo, siga siendo natural. Tal es el caso de la familia en nuestros días. La familia natural es, según esta señora, cada vez menos frecuente, motivo por el cual habría sido superada. Sin embargo, aunque la familia natural sea insignificante en números estadísticos, no quiere decir que deje de ser natural. Para entenderlo, atendamos a la finalidad de la familia; esta es la procreación, la cual puede darse solo en lo que ella llama «familia natural». De este modo, aquellas uniones que no estén capacitadas para la procreación no podrán llamarse familias (se deja de lado la cuestión de los matrimonios estériles, pero valga decir que no suponen ninguna contradicción). En definitiva, puede que la familia natural sea cada vez menos frecuente, pero es la única que responde a la finalidad de la auténtica familia, por lo que nunca podrá ser superada en el sentido que quiere darle esta señora a la expresión: dejarla obsoleta.
Javier C. Díaz Perfecto, Navarra.