El orden natural y el Mundial de Catar

Reuters

El próximo domingo 20 de noviembre dará comienzo el Mundial de fútbol. Hablamos de todo un acontecimiento con repercusión a nivel internacional y el evento más importante para todos los seguidores del fútbol, que se celebra tan solo cada cuatro años y durará alrededor de un mes. Si cada Mundial de fútbol es un acontecimiento de relevancia mundial por todos los efectos económicos, propagandísticos, deportivos e incluso políticos que genera, este año, si cabe, se ha venido hablando aún más de este gran acontecimiento. Esto se ha debido a varias razones, pero solo quería fijarme en una.

Y es que resulta que este año, como es sabido, el Mundial se jugará en Catar, lo cual ha generado gran oposición y crítica entre numerosos políticos occidentales y entre ciertos sectores de la población, pidiendo enérgicamente boicotear al Mundial. El motivo de este descontento no podía ser otro: parece ser que Catar es un país que no garantiza el respeto de una serie de derechos humanos considerados básicos. El tema más controvertido ha sido el relacionado con la libertad sexual, la cual parece que no es muy del gusto de Catar. De este modo, se clama contra el hecho de que se haya elegido disputar el Mundial en un país en el que los aficionados extranjeros que acudan no tengan garantizado poder manifestar públicamente su orientación sexual, pudiendo ser castigados por ello.

Para avivar un poco más la polémica, la semana pasada, Khalid Salman, embajador del Mundial de Catar, concedió una entrevista a ZDF, canal de televisión alemana, en la cual, ante la sugerencia del entrevistador, dijo lo siguiente: «Hablemos de los homosexuales. Todo el mundo (en Catar) aceptará que vengan, pero tienen que aceptar nuestras reglas». A lo que el entrevistador le cuestiona: «pero la homosexualidad está prohibida por ley». Khalid no se acobarda y responde que uno de los problemas con la manifestación pública de la homosexualidad es que los niños pueden ver eso por la calle y aprender cosas que «no son buenas». Además, insiste: «(la homosexualidad) es haram (prohibida). Yo no soy un musulmán muy estricto, pero la homosexualidad es haram porque daña a la mente».

No hace falta decir la enorme polémica e indignación que han generado tales palabras entre las perturbadas e hipócritas mentes de Occidente, sobre todo de sus líderes políticos, que claman contra un Mundial que se disputa en suelo donde no se garantiza la libertad para ejercitar públicamente la sodomía. Por una parte, está claro que el mahometismo es un error gravísimo, una «religión» miserable y animalesca. Como dice Santo Tomás: «Mahoma (…) sedujo a los pueblos prometiéndoles los deleites carnales, a cuyo deseo los incita la misma concupiscencia…». Pero no deja de ser cierto otra cosa, como dice el mismo santo: «(Mahoma) no presentó más testimonios de verdad que los que fácilmente y por cualquier mediocre pueden ser conocidos con sólo la capacidad natural…». Es decir, está insinuando que el islam simplemente señala una serie de verdades accesibles a la capacidad natural. Verdades a las que puede llegar la razón.

Es desalentador ver cómo hoy en día son los mahometanos los que defienden principios tan básicos del orden natural, como es el matrimonio, a la vez que condenan las perversiones que les llegan de Occidente, mientras que los gobernantes de la otrora Cristiandad agonizan en ideologías delirantes e intentan propagarlas por todo el orbe. Es tal el estado de descomposición del viejo continente que tienen que ser los legisladores de los países seguidores de Mahoma los que resistan y actúen como dique de contención frente a las ideologías occidentales que atentan contra el orden natural.

Antonio de Jaso, Navarra