A los dos años de LA ESPERANZA

Se cumplen dos años de la labor de apostolado político que encarna nuestro periódico y, por ello, no podía dejar pasar la oportunidad de algún comentario al respecto. Durante este bienio La Esperanza se ha erigido como un medio de referencia para el tradicionalismo hispánico; a mi juicio, el más relevante en su género. La importancia puede leerse desde varios enfoques, pero yo me detendré en su significado, además de glosar algunas ideas sobre sus causas.

Primeramente, La Esperanza constituye un instrumento de extraordinaria relevancia para el apostolado del bien común. La necesidad de contar con un medio de información que se distancie del sesgo ideológico se presenta hoy como sustancial para un recto combate. Tanto en su sección de información como en la respectiva de opinión, el periódico expone los hechos hodiernos vistos con un prisma realista y católico. Frente a medios que pueden ver la Tradición como instrumento para sus intereses –lo que les hace «asumirla» sin profundizar en ésta– las colaboraciones de La Esperanza evidencian que la Tradición hispánica no es un añadido, sino el nervio que anima la acción. Nervio que por no ser ideológico se expresa de forma heterogénea, con estilos propios según autores, pero que subsiste a todos.

Por otro lado, si la importancia conceptual de La Esperanza es evidente, no por ello hemos de desdeñar su importancia práctica. El periódico ha tomado como sus puntos capitales la continuidad de las Españas que el carlismo representa. Así, no existen distinciones entre colaboradores a uno y otro lado del Atlántico, integrados en los Círculos fieles a la verdadera Comunión Tradicionalista. Esta común unión de los correligionarios colaboradores manifiesta la lealtad por los principios de la Santa Causa, dispuestos, como corresponde, no a ser servidos, sino a servir. La primacía de los principios que el carlismo representa diferencia a La Esperanza de todo medio que presuma, falsamente, de hispánico, pues la ausencia de doctrina política contribuye al surgimiento de connivencias infelices.

Pero no queda aquí la cuestión, pues el periódico también ha contribuido en el afianzamiento no sólo geográfico, sino organizativo de la Comunión. A este respecto, no podemos obviar la importancia de las Margaritas y los Pelayos, con su fantástica revista felizmente renacida. Frutos que se suman y que constituyen un premio a los esfuerzos de los que perseveran en la transmisión digna de tales principios.

Por último, quisiera enviar dos mensajes que acompañen la celebración de la efeméride. El primero de ellos se refiere a las causas de lo previamente expuesto. Si se ha conseguido todo lo descrito, telegráficamente, ha sido en primer lugar por la ayuda de la Providencia y, en segundo lugar, por la perseverancia de los colaboradores. Sin su tesón mantenido este proyecto habría sido inviable. Esfuerzo que, es de justicia decirlo, también reconozco a los miembros de la organización y administración del periódico, tanto a los miembros del Consejo de Redacción como a los jefes de Círculos. El segundo mensaje es consecuencia del primero, pues se trata de un sincero agradecimiento, dirigiéndome a ellos como correligionario, por sus esfuerzos, por su perseverancia, por su buen criterio y, en fin, por su fidelidad a la Causa.

En esta fecha de celebración para los carlistas espero que la Providencia nos siga bendiciendo con tantas gracias como lo ha hecho en estos dos años y que ello redunde en la Causa, que tiene por fin la restauración de los derechos de Dios en la comunidad de los hombres.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense