Ultra Ierusalem

Jerusalén ósculo, Jerusalén abierta

Detalle del cuadro «Camino del Cielo», iglesia Andahuaylillas, Luis de Riaño

En este comienzo de la Cuaresma publicamos esta poesía de José Antonio Pancorvo Beingolea, (Lima, 1952-2016), que fue miembro ordinario del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II

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Jerusalén ósculo Jerusalén abierta
Jerusalén en duración Jerusalén águila secreta
Casi sobre los ojos devorando las tinieblas
No pudiste contener tus ejércitos en las torres
Tus olores destruyen las máscaras
Tus portales alzan las olas
Jerusalén templaria
Jerusalén inspiración solitaria
Jerusalén destino y murallas de la luz

Porque de cada hueso sale tu felicidad
Todos los últimos gemidos te rodean
La única felicidad te ahoga en su vino relampagueante
Los agonizantes señalan a Jerusalén
La sierra busca a Jerusalén
Las espinas se interpenetran de Jerusalén
La mano de Jerusalén en las casas
Jerusalén derriba los muros

Avanzas sobre los grandes apocalipsis vivos
Tus garras relámpago apresan al mundo moderno
Yo te he visto ebria de comprender
Te he visto todos los días con un misil de primavera
Fuerza principal de la destrucción sagrada
Monstruosa de puro belleza incontenible
Tus gritos sonámbulos atormentan a los demonios
Tu boca invade triunfalmente
Tu locura nos serena de luz ilimitada

Pero tus ojos de plata avanzan contra las naciones
Tus cabellos de oro muerden a todos los mortales
Tus tripas azules absorben el día y la noche
Jerusalén despertando y ametrallando
Jerusalén entrando a los ojos de la muerte
Tu libertad persigue y golpea a los libros
Tu armadura emite miradas paradisíacas
Tus muros fuman imperios cristalinos
Tu brisa final es el sueño de todas las ventanas

Las sábanas de Jerusalén cubren también al mundo
Se revuelca ebria de horror y aplasta a los sistemas
Jerusalén frenética de odio admisible y épico
Con armadura de oro en su cama de luz lila
Con corona de creaciones desconocidas y alucinatorias
Jerusalén mansa y humilde mendiga de cristal
Yo no veo sino a ti iluminada de sutileza
Ya no existimos sino en tu blindado sin ilusiones
Jerusalén nos toma de la mano

Yo he conocido tus calles de la nada de la gloria
Ya he subido tu escalera de inmensidades recónditas
Y me diste tu libro de cornígera retórica
A un lado las montañas de destrucción salomónica
Por el otro abres las puertas de la luz anatómica
Jerusalén sube el monte verídica y verónica
Ya rodeas el mundo con súbita boca antagónica
Ya te vas para siempre con poética boda
A donde todas tus torres se extasían de cólera

José Antonio Pancorbo Beingolea

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