Los dolores de María

¿has medido tú el abismo del más inmenso dolor?

Invitamos a la lectura de este poema de José María Gabriel y Galán, dedicado a la Virgen María en este viernes de la I semana de pasión, viernes de dolores.

***

I

Débil corazón humano

que fuiste de dichas nido

y hoy te lamentas herido

por un destino tirano:

corazón que en viejos días

viste un mundo todo amores,

una tierra toda flores

y un cielo todo alegrías;

corazón que ayer cantabas

con musicales dulzuras

la canción de las venturas

que feliz paladeabas,

y hoy en doliente clamor

dices que estás afligido,

que estás mortalmente herido

por el puñal del dolor;

corazón de fe dormida

que gritas mirando al cielo:

«¡no hay duelo como mi duelo,

ni herida como mi herida!»;

ruin corazón pecador

que miras sólo a ti mismo:

¿has medido tú el abismo

del más inmenso dolor?

II

Corazón poco paciente:

¿ves la imagen dolorosa

que en procesión lacrimosa

conduce piadosa gente?

Abre el alma a los fulgores

de aquella enlutada estrella:

¿tú sabes quién es aquélla?

¡La Virgen de los Dolores!

¿Sabes la divina historia

de aquella que es madre tuya?

Hízola Dios Madre suya;

¿pudo Dios darle más gloria?

¿Habrá semejante amor

al que con hondas ternuras

sintió en sus entrañas puras

la Madre del Redentor?

¿Puede tu mente alcanzar,

ni en sueños puede haber visto

lo que la Madre de Cristo

pudo a Cristo Dios amar?

Entonces, ¿cómo medir

la inmensa hondura insondable

del dolor inenarrable

de ver al Hijo morir?

Verlo vilmente azotado,

horriblemente escupido,

despiadadamente herido,

bárbaramente enclavado;

verlo Mártir del Amor

de la ruin humanidad

y ver nuestra iniquidad,

¿cabe tormento mayor?

Pues esos desgarradores

duelos jamás bien contados,

sufrió por nuestros pecados

la Virgen de los Dolores.

Corazón de fe dormida

que a Dios, gritando, mostrabas

la sangre que derramabas

de tu levísima herida:

mira esos siete raudales

que de esas entrañas puras

derraman las puntas duras

de siete agudos puñales.

Bebe la santa ambrosía

que en este abismo se encierra

y adora, rodilla en tierra,

¡los dolores de María!

José María Gabriel y Galán

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