Un nuevo aniversario de la Guerra de las Islas Malvinas de 1982 ha tenido lugar, y cada año aparece alguna documentación o anécdota desconocida o poco difundida que viene a enriquecer la lista de grandes hombres y hechos que han vivido y tenido lugar en aquella gesta. Uno de los aspectos que siempre está presente en los relatos y en el corazón de la lucha, fue y es la Fe, Dios Nuestro Señor. Enjundiosas historias retratan la presencia de lo sobrenatural en el conflicto. Y en ese aspecto toma una gran relevancia la devoción mariana de las fuerzas argentinas. La presencia de la Virgen María, ya sea en imágenes, estampitas, peregrinaciones o rosarios desgranados a voces en las posiciones de combate, constituyó una verdadera marca indeleble en el espíritu de nuestros soldados.
La devoción más importante de Argentina es sin lugar a dudas, la Virgen de Luján, y que estuvo un gran protagonismo durante el conflicto, desde una imagen que hace poco fue devuelta por Inglaterra, hasta las estampitas pegadas en las culatas de los fusiles la de la Sección del Teniente Miguel Macchi. Esta devoción mariana, tan común en Argentina como en España no es extraña a la historia, y menos aún durante los conflictos bélicos, siempre España recurrió a la Madre de Dios en ellos, y María nunca desamparó a sus hijos.
Alguna vez de niño, oí alguna vaga referencia de Nuestra Señora de la Soledad, pero sin muchas precisiones. En los últimos años, leyendo un poco sobre la historia de las Islas Malvinas, encontré algunos detalles sobre el Patronazgo religioso de las mismas. La historia se remonta al año 1767, cuando el primer Gobernador Español de las Islas Malvinas, Felipe Ruiz Puente, luego de haberle solicitado al entonces Gobernador de la Capitanía General de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli, como una de las primeras necesidades, una imagen de una Virgen en la advocación que él considerase, para establecerla como patrona de las islas. Así fue que el 25 de Enero de ese año, llegó a la Bahía de la Asunción, a bordo de la Fragata Santa Rosa, la imagen de la Virgen Nuestra Señora de la Soledad que más tarde fue entronizada en la primera Capilla de las Islas, la cual también fue construida por orden del gobernador.
Desde ese entonces, y con el puerto también finalizado, esa advocación, Patrona de las islas, dio nombre a la Capilla, al puerto y a la isla principal de los archipiélagos. Vale recordar que la elección de tal advocación, no constituyó un hecho fortuito, pues el Gobernador de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, había sido en su juventud, miembro y oficial de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad en Sevilla (una de las más antiguas de España), donde adquirió esta particular devoción, la cual implantó en nuestro suelo, y quedó para siempre en nuestra toponimia como marca indeleble de nuestra Fe y nuestra verdadera Tradición.
Como acto de piedad patriótica, y como justo reconocimiento a nuestra Madre, deberíamos recordar y renovar los votos de ese Patronazgo. Tal vez nuestro Gobernador trinitario de antaño, tuvo una premonición del dolor que significarían esas islas para los argentinos[1] de dos siglos después, y una inspiración de la Virgen quiso que se le designase el patronazgo bajo esa advocación, para que recordemos esos dolores que también ella sufrió al pie de la Cruz el Viernes Santo. Tal vez la Virgen lo quiso así para que comprendiéramos que las Malvinas son nuestra Cruz y nuestra Redención. Que la honra a nuestros héroes de la guerra, el recuerdo de la Virgen en su Patronazgo, y a los españoles, ancestros nuestros, gobernadores y hacedores de nuestra Argentina y de las primeras devociones en nuestras islas, sea la Redención que nos vuelva hacia nuestras verdaderas tradiciones.
Por último, no olvidemos que esta advocación se encuentra íntimamente ligada con Nuestra Señora de los Dolores, patrona del Carlismo, designada como tal, por S.M.C. Don Carlos V el 2 de agosto de 1835 en el Real Palacio de la Estella. Valgan los dolores de Nuestra Virgen, y los dolores nuestros, de las islas y del trono, esperando algún día, por esos méritos y por la gracia de Dios, la restauración de nuestra Patria en Dios.
[1 ]Si bien en la época virreinal, no era muy común emplear el gentilicio «argentino», si era empleado por algunos poetas desde larga data, como ser el caso de Pedro Del Barco Centenera o incluso Vicente López y Planes en su poema «Triunfo Argentino» con el que elogiara la gesta de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Amos poetas, emplean el termino con distancia de tres siglos, pero en referencia al gentilicio como un sinónimo de «rioplatense» y en ello no existía contraposición a ser parte de la misma comunidad política del Imperio Español.
Carlos Joaquín del Corazón de Jesús Ferri Rodríguez, Círculo Tradicionalista Río de la Plata
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