Al destierro por no querer gritar «Arriba España»

Compartimos con los lectores de La Esperanza un artículo publicado originalmente en marzo del año 1945 en «Por Dios, por la Patria y el Rey», órgano oficial de los requetés. 

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Parece que Pamplona se lleva la palma de la persecución en estos últimos tiempos. No sabemos si será por obra y gracia de que el Gobernadorcito [José López-Sanz Alamán] está de mal talante, o porque quiere despertar más y más el odio al Régimen en aquella región y que todas las cosas nuestras funcionen con mayores ímpetus. De una u otra forma esto último es lo que con más acierto consigue don José con sus enfados.

Ya sabrán ustedes, porque miles de hojas de protesta lo han dicho por toda España, que hace cuatro meses fueron desterrados cinco jefes del requeté navarro por dar unos gritos de ¡Viva el 19 de Julio! y ¡Viva el Rey! en el entierro de un requeté muerto casualmente por el «maquis» en la frontera, gracias a la pasividad de don José —el Gobernador— que paseaba tranquilamente a su señora por Madrid y Ávila una semana después de la incursión de los «maquis» por tierras navarras.

Es el caso que no por aquellos destierros se amilanó el requeté navarro, sino que abierta y ocultamente siguió nutriendo sus cuadros, reviviendo los antiguos Tercios con la solera de los que lucharon en nuestra guerra y el renuevo de los muchachos que de Pelayos —a pesar de los intentos de «adoctrinamiento» falangista— han pasado a ser requetés y casi acreditado su veteranía ya, en el burlar a don José y sus secuaces de todo color.

Pero vayamos al grano aunque no seamos el Gobernador de Navarra.

A mitades de enero, con el fin de que a los muchachos aprendices pueda educárseles según el deseo de los «azules», se les llamó por dictatorial orden a una «Escuela de Aprendices». Ya ven ustedes —dicho sea de paso— cómo, según escribíamos en el primer número, no tiene esta gente nada de democrática[1]. Los padres rechinaron, protestaron los hijos, pero no hubo otro remedio que ir.

Naturalmente que había entre los llamados unos cuantos requetés. Y mira por donde uno de ellos llegó tarde. Abrió la puerta del local, se quitó la boina con mucha educación, y dijo al entrar:

—¡Buenas tardes!

El «camarada» que estaba dando la primera lección falangista ante el aburrido auditorio, se sublevó al oír el «buenas tardes», y dijo al muchacho:

—Sal inmediatamente y vuelve a entrar saludando como debes.

Sorprendido, salió nuestro mozo. Y abriendo la puerta nuevamente, dijo:

—Perdone, que no me había dado cuenta que son las siete y media. ¡Buenas noches!

La ira estalló en el noble pecho falangista con dieciocho mil pesetas de sueldo más otros gajes que disfruta el jerarca, e increpó duramente al muchacho:

—Al venir aquí debes hacer el saludo y gritar ¡Arriba España! —bramó.

Pero el otro, tan tranquilo, no aceptando por bueno el mandato, contestó:

—Yo lo único que grito es ¡Viva España y viva el Rey!

La que se armó, no es para descrita. Unos cuantos aprendices le dieron la razón, el jerarca quiso imponer su «autoridad», hubo gritos, protestas, suspensión de la clase, y a la Comisaría.

Don José (el Gobernador Civil de Navarra) propuso a Madrid una sanción para el desobediente, ¡y para su padre! Incluyó en la «merced» a otro de los aprendices que, mires ustedes por donde, es hijo de un oficial del Tercio de Montejurra que fué de los desterrados el mes de octubre y estaba en Pamplona con un permiso por el fallecimiento de un hijo. Y también para éste hubo destierro, orden de que el padre saliera inmediatamente para cumplir el suyo, etc.

Total, el que «desobedeció» con su padre a Manacor —Mallorca—. El otro a Torres del Río, y su padre a Almería a seguir cumpliendo la sanción impuesta en octubre.

R. Iruña.

 

[1] En aquellos años el régimen franquista se decía democrático, intentando así dar una buena imagen a los aliados, que por entonces ya tenían asegurada la victoria en la Segunda Guerra Mundial.

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