Cristiandad: única solución a la división

AFP

España está en medio de la convulsión internacional. La UE amenaza desintegrarse. El Grupo de Visegrado se levanta, en ocasiones se vuelve a sentar. España se somete a deudas futuras con Europa, y queda indefensa ante el problema migratorio. Dentro de España, el sistema liberal de partidos desmiembra la sociedad. Distintos nacionalismos tratan de separar varias de nuestras regiones.

Mientras tanto, los españoles sitúan la unidad en una Constitución, en una Unión Europea o en un plan económico global. Y en tantas otras tantas instancias que, lejos de unir, son motores de nuestra destrucción continuada. Instancias que convierten la convivencia española y del Viejo Mundo en aquella «madeja inextricable» que describió Pio XII.

No podemos situar la unidad en aquello que divide. La unidad de los países del Viejo Mundo no puede venir de lo que provoca su división, sino de aquello que los forjó y logró unirlos: la Religión.

El viejo continente, convulso tras la caída de Roma, sólo pudo unirse de nuevo en Roma. No en la Roma pagana, sino en una Roma Sede de la fe católica. Ésta es la grandeza de la gesta de la Cristiandad: que los reinos dejaban de lado sus diferencias para tomar juntos la Cruz.

Todos los príncipes de todas las lenguas se unieron, in una voce, para gritar Deus Vult. Una realidad en que los reinos de España, diversos en costumbres y tradiciones, estaban unificados por un amor mutuo. No por una Constitución artificial o una simple bandera, sino por estar fundados y custodiados bajo un misma Corona, y esperanzados bajo una misma Fe. Esta realidad política es realmente la única capaz de solucionar las divisiones del régimen liberal, tanto internamente como en el exterior.

El sistema imperante goza de aparente esplendor y de gran aceptación pública. Pero se está pudriendo desde sus finas y débiles raíces. Sólo la unión en la justicia y el bien puede salvar a las naciones. Sólo las dos espadas pueden ser las células vivientes que reconstituyan el orden. Es un hecho histórico. Los católicos serios no podemos más que defenderlo.

Rafael Ruiz Rodríguez, Navarra.