Los Mártires de la Tradición a los XX años del fallecimiento de D. Rafael Gambra

siendo aristotélicos, la Ciudad Católica y su defensa es una causa preeminente de martirio

Rafael Gambra

Se cumple el XX aniversario en este año de la muerte del ilustre filósofo y maestro del tradicionalismo hispánico D. Rafael Gambra.

La festividad de los Mártires de la Tradición, introducida en el calendario carlista por S. M. D. Carlos VII nos evoca multitud de facetas dignas de mención.

El concepto de «Mártires de la Tradición»

Afirma Gambra que el mártir es quien sufre la muerte o grandes tormentos por amor a Nuestro Señor o a la verdadera religión. También quien muere o sufre por causas derivadas directamente de la misma fe. Y, siendo aristotélicos, la Ciudad Católica y su defensa es una causa preeminente de martirio, pues se trata del acabamiento del orden cristiano en el plano político. Continúa Gambra que el término de «Mártires de la Tradición» nos evoca no sólo los mártires propiamente carlistas, también aquellos que combatieron el mal con anterioridad, como los cristianos contra los infieles en la Edad Media, o los españoles contra los protestantes posteriormente, o la lucha contra el liberalismo napoleónico. Señala el profesor roncalés que fuera de nuestras fronteras, existen múltiples empresas hercúleas como la Vandea, hoy infelizmente ligada a todo y a nada, o Santa Juana de Arco excomulgada por políticas eclesiásticas indignas, no lejanas de nuestro tiempo como medida de represión de los clérigos y fieles apegados a la fe transmitida. No quedan atrás los integrantes del martirologio, pues su defensa de la fe lo es en tanto que ésta fue transmitida por los apóstoles, o sea, son mártires de la Tradición católica.

El carlismo, continuador de la civilización cristiana

El carlismo, continuador de la civilización cristiana, ha entregado sus mejores hombres en dicha empresa. El enemigo liberal ha encarnado la negación del ethos hispánico, secularizando las protestantes del fraile alemán profeta de la religión del hombre, incorporando el non serviam de aquel que lo alumbra. La Monarquía hispánica, por el contrario, se trató de una empresa política al servicio de la verdad religiosa, servicio que le costó el combate con no pocos príncipes —seglares y eclesiásticos— de entonces. La vieja España lanzó contra la revolución liberal todas sus fuerzas, pero la ferocidad del enemigo y la deserción de los llamados a la defensa favorecieron el triunfo de las tinieblas. Tinieblas que avanzaron durante todo el siglo XIX y a las que el carlismo encaró con las fuerzas que disponía, y con una heroicidad cada vez mayor, pues el enemigo hacía presa con fruición en la tierra de sus padres. La Cruzada del 36, afirma Gambra, no se trató de un combate contra el orientalismo soviético desde el occidentalismo norteamericano, sino de la reelaboración de un enemigo ya conocido y con las que el carlismo se las había visto en su versión sustancial.

La naturaleza martirial de la entrega

Pero no sólo queda aquí la lista de los «Mártires de la Tradición», pues las represiones del general Franco en pro de políticas extranjerizantes, germanoitalianas o americanistas —europeas siempre—, implicaron una heroica resistencia de los leales que se vieron privados de los reconocimientos, bienes y derechos que en justicia les pertenecían. La transición pilotada por el régimen franquista y los cambios producidos en el II Concilio del Vaticano han supuesto la apostasía de las naciones, y España no sólo no fue excepción, sino campo de operaciones de vil naturaleza.    

La violencia del fuego enemigo ha favorecido la claudicación de muchos, algunos ideologizados por las modas socialistas, otros engatusados con las lisonjas clericales. Traidores todos que cooperan, a su pesar, a hacer brillar a nuestra Comunión, pues evidencian la heroicidad de los leales ante la persecución. Persecución aparentemente serena, que nos hace perder empleos y cargos, amistades y amores. Renuncias, sí, que portamos bajo la sonrisa de la hermandad y la boina de la autoridad. Pero, queridos correligionarios, esas renuncias y traiciones, esas injusticias y condescendencias, esas soledades y arideces, brillarán en el cielo como las cruentas puñaladas, mutilaciones, quemaduras y disparos de los mártires de Cristo.

¡Viva Cristo Rey!

Javier F. Sandoval, Círculo Cultural Francisco Elías de Tejada

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