La Arquidiócesis de Méjico realizará ritual «interreligioso» en la Antigua Basílica de Guadalupe

Pedimos a los lectores del presente oraciones para que la Divina Providencia evite la realización del evento anunciado

La Arquidiócesis Primada de Méjico acaba de convocar, para llevarse a cabo el 07 de mayo de 2024, en la Antigua Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, hoy Templo Expiatorio de Cristo Rey, un ritual u oración interreligioso «por el buen desempeño en la próxima elección presidencial».

Se ignora qué credos enviarán representantes para participar en el ritual u oración, pero en la convocatoria se advierten cinco signos: la Cruz, la rueda del dharma budista, la Estrella de David, el Om hindú y la Media Luna islámica. Es posible, por supuesto, que además de los credos señalados participen otros, estadísticamente más significativos en Méjico y que, por razones propagandísticas, quizá haya sido mejor no señalar en el cartel de la convocatoria.

En la Ciudad de Méjico tienen hoy multitud de cultos paganos presencia significativamente mayor que los mencionados, incluyendo los abiertamente satánicos, así como una infinidad de sectas protestantes, grupos todos cuyo denominador común es el marcado cariz anti-guadalupano. Por supuesto, no se puede descartar su participación en el ritual u oración, debido al carácter abierto y ambiguo de la convocatoria.

Considerando que la católica no sólo es la única Iglesia verdadera, sino que profesa el único credo que puede considerarse verdaderamente religión, en cuanto es el único que produce religación o relación con Nuestro Señor, no deja de ser desconcertante que las autoridades eclesiásticas encargadas de la organización del evento hayan considerado necesario, conveniente o cuando menos buena idea la realización del evento, que no implicará una mera presencia de infieles en un ritual u oración católico, sino que el mismo ritual u oración al parecer no será específicamente católico.

No se han dado a conocer los detalles del evento, pero el ritual bien podría implicar que, mientras los creyentes en el único Dios verdadero le dirijan sus oraciones, los paganos invoquen a sus respectivos demonios. Y haciendo a un lado la discusión en torno a si los seguidores de los «credos abrahámicos» adoran al mismo Dios —cuestión que ha sido motivo de graves disputas entre teólogos y que nosotros no pretendemos resolver—, se trata —incluyendo a los protestantes— de miembros de sectas iconoclastas que, cuando menos para sus adentros, blasfemarán en presencia de las imágenes, reliquias y sagrario de la iglesia, aunque en sus gestos corporales —por astucia— tengan el cuidado de no exteriorizarlo.

Pero el problema no se detiene allí. La intención por la que se ha convocado resulta igualmente discutible. ¿Qué significa «el buen desempeño en la próxima elección presidencial»? ¿Será una petición de buen comportamiento para que nadie hurte las boletas ni las rocíe con naranjada? Porque para ello no hay que ocurrir a rituales ni plegarias, además de tratarse de un punto que ni siquiera corresponde al fuero eclesiástico.

¿Será acaso una jugada con la cual las autoridades eclesiásticas pretenden impresionar a las estatales y mostrarles que, en el creciente panorama de «diversidad religiosa» —que no es otra cosa sino paulatina descristianización de la sociedad—, la Iglesia Católica tiene una capacidad de convocatoria y organización de la que las iglesias falsas y grupos paganos carecen? Porque en tal caso, ante un mensaje de tal condescendencia, los no-católicos tendrían motivo fundado para no participar.

¿O se trata, quizá, de una muestra pública de adhesión, obediencia y sumisión a la política mundana y encarnada en los regímenes revolucionarios de los últimos siglos, que ha dado tan constantes y contundentes pruebas de hostilidad no sólo a la concepción católica de la política, sino a la existencia misma de la Iglesia?

Debemos notar, adicionalmente, que entre la ambigüedad de la convocatoria y la intención por la que se convoca —ambas problemáticas— hay plena relación. En la Antigüedad pagana todos los credos del Imperio podían subsistir siempre y cuando no sólo no pusieran en duda la autoridad imperial, sino que dieran prueba de sumisión a la misma mediante la adoración de las efigies del César —que era encarnación personal del pueblo romano y su democracia—, abriendo así sus respectivos panteones a la introducción de una divinidad adicional —cambio modernizador— y haciendo simultánea declaración de adhesión al régimen político, aun cuando fuera incompatible con su credo tradicional, reduciendo éste a particularidad folclórica o gusto personal.

Simultáneamente, y a cambio de dicha lealtad, en la Roma pagana se erigían templos consagrados a todas las divinidades existentes en el Imperio, con sus respectivos rituales y sacerdotes, dándose así prueba de la tolerancia y democratismo del César.

La razón por la que el cristianismo fue perseguido durante esos siglos no fue otra sino la negativa a permitir su asimilación en el champurrado omnicomprensivo y confuso del democratismo relativista encarnado en el culto al Emperador, ganándose los cristianos el mote de «intolerantes» e «intransigentes».

Pero no podía ser de otra manera: su Señor mismo había no sólo distinguido lo debido a Dios de lo debido al César (Mt. XXII, 21), distinción polémica no por razones de competencia tributaria sino porque significaba la negación de la divinidad del César, sino que además había sido crucificado al grito democrático de «no tenemos Rey» (non habemus regem: Jn. XIX, 15), eslogan electoral cuyo resultado es por todos conocido y, en cada comicio republicano, refrendado.

Pedimos a los lectores del presente oraciones para que la Divina Providencia evite la realización del evento anunciado y, en caso de que se lleve a cabo, eleven al Cielo una plegaria en desagravio.

Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta de Méjico.

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