Las torrijas: historia y receta

Ilustración aparecida en una edición del libro de Apicio en 1709. / Commons

Consideradas tradicionalmente como un manjar humilde, por elaborarse aprovechando el pan del día o de días anteriores, las torrijas son un dulce muy conocido, bajo distintos nombres, en toda la Hispanidad.

Parece ser que la referencia más antigua que conocemos de un dulce de similares características se encuentra en la obra gastronómica del romano Marco Gavio Apicio quien, por allá el siglo I, incluyó en su libro de repostería De re coquinaria unas recetas que denominó «aliter dulcia» («otro dulce», u «otro tipo de dulce»). Tal libro, recopilado en los siglos IV-V, incluía una receta que se elaboraba empapando rebanadas de pan en leche. No hablaba de huevos, ni de azúcar (que llegaría a Europa en la Edad Media). En este curioso compendio de nuestro antepasado pagano se describía así esta receta: «Aliter dulcia: Corta en trozos grandes un pan de harina de flor. Ponlos a remojar en leche, fríelos luego en aceite, úntalos con miel y sirve.»

A partir del siglo XV fue considerado un manjar que se ofrecía a las mujeres parturientas, y después de dar a luz. Y, de hecho, encontramos ya documentadas las «torrejas» en este mismo siglo por nuestro Juan de la Encina, compositor, poeta y autor teatral  («Miel y muchos huevos para hacer torrejas»). Se pensaba que tal alimento facilitaría amamantar al bebé, además de ser reconfortantes y muy nutrientes para la pronta recuperación de la madre. De estos usos nos quedan como testimonio el nombre que les dan los sefardíes a las torrijas (en ladino, «revanadas de parida»), o en Menorca (Islas Baleares), donde son llamadas «sopes de partera» («sopas de parturienta»). Otras dominaciones de las torrijas son: «Torradetes de Santa Teresa», («Tostaditas de Santa Teresa»), en Cataluña; «rebanadas», en Brasil; «capirotada», en México, etc.

Sería posteriormente cuando se asoció al período cuaresmal y a la Semana Santa. Quizá pudo ser porque, con sus humildes ingredientes y por el aprovechamiento del pan ya algo duro, nutría y era suficientemente calórico para aguantar los días de ayuno y abstinencia prescritos para este tiempo.  Incluso se les atribuyen un significado religioso por la simbología de sus ingredientes: el pan, se asocia al cuerpo de Cristo; el vino (usado en ciertas regiones), con la Sangre de Cristo; los clavos, que incluyen algunas recetas, evocan aquellos con los que se crucificó al Redentor, el hervor en aceite remite al sufrimiento; y la dulzura de la leche, la miel o el azúcar apuntan a otra dulzura espiritual, la de la Esperanza.

Aquí aportamos una de las recetas: Remójense unas rebanadas de «pan dormido» o pan del día anterior en leche que se habrá hervido junto con una cáscara de limón (o clavo) y canela, para aromatizarla, y a la que se le habrá añadido azúcar o miel. Posteriormente, úntense en huevo batido y fríanse en aceite de oliva. Sáquense cuando estén fritas y pásenlas por un rebozado de azúcar ( o miel) y canela). ¡Buen provecho!

Helena Escolano, Margaritas Hispánicas