Llega la noche más corta y el Sol más presente en el cielo y de menor oscuridad. No es casualidad que el santo que anunciaba ya la Luz de la palabra de Nuestro Señor, tenga reservada su onomástica de natalicio para este día del año, el solsticio de Junio, pues seis meses después, en la noche más larga, nace la Luz verdadera del Mundo: Cristo. En muchos lugares de la geografía española se celebra la víspera de forma popular, con lumbres y festejos y tradiciones dispares en torno a estas. Algunas se creen precristianas, dado que universalmente esta fecha tenía importancia en creencias paganas para sus cosechas, nombres que recibían estas celebraciones eran Beltaine o Litha, que también consistían en encendido de hogueras nocturnas de forma comunitaria. En esto de hacer hogueras aunque no era exclusivo de estas costumbres, ni de estas fechas, se siguen celebrando tradiciones parejas en San Juan.
Una de las que hablaré es la conocida como el paso del fuego en San Pedro Manrique (Soria, España). En esta celebración, de los que hay descripciones desde el siglo XVI, los más atrevidos, los que por cumplir votos al santo o por el compromiso de tener que llevar a hombros a las Móndidas, de las que hablaré, cruzan descalzos las ascuas de una amplia lumbre con buena técnica para no abrasarse los pies, en reunión nocturna de todo el pueblo. Esta fiesta se hace la víspera de San Juan a las 12 de la media noche. Pese a que no es la única tradición de estas características, pues en muchos otros lugares también se cruzan, a salto, las chascas, si es desde luego la más espectacular que se da esta noche.
Las móndidas que mencioné, son mujeres que deben acompañar los ramos, que se ofrecen en San Juan en el ofertorio de la misa. Deben ser, como similitud en el anterior artículo del mayo, jóvenes, como simbolización de la pureza y fertilidad, ya que es aún el último día de primavera. Al menos así era otrora, que se valoraban estas virtudes entre los jóvenes con más celo que en la actualidad, por desgracia para nuestro tiempo. En Sarnago, también Soria, dónde también se da esta tradición, los ramos a ofrecer son tres de arce, decorados con flores y otras plantas, algo que puede interpretarse como la comprensión trinitaria de Dios.
En Alicante, donde la víspera de San Juan y sus hogueras es una de las fiestas grandes tanto en la capital como en pueblos cercanos, principalmente costeros la celebración de esta noche, se torna en un aire artístico. No es patrimonio exclusivo de la ciudad de Valencia la cremación de auténticas esculturas detalladas y tematizadas con actualidad social y política en sus fallas.
En Alicante los ninots o monumentos, de similares características a las fallas valencianas reciben un mismo final en la noche de San Juan, arder ante la comunidad, entre charangas y bailes convidados por grupos de tabaleters y dolçainers. Esta costumbre se desarrolla, como hoy la conocemos y podemos ver, a partir en 1941, cuando este arte escultórico se vuelve casi una competición de belleza, trabajo y detalle entre artesanos locales e invitados, aunque la costumbre en sí es de mayor antigüedad. Todo ello se santifica en las ofrendas al Santo al día siguiente, tras una noche de reunión en las playas, en hogueras grupales, bien de cuadrillas o familiares, dónde en los últimos años a parte de los tradicionales saltos, también se extendió la moda, ya afianzada, de quemar los apuntes de los cursos terminados entre los estudiantes. No juzgaré esto como muy sensato, pero lo mencionaré, ya que va camino de ser costumbre.
Estos son de los ejemplos más reseñables a tratar en este artículo, la finalidad es reunir las características similares de estas costumbres populares de nuestra tierra, que de todos los efectos positivos que puedan obtenerse de ellas, el de recordar las uniones que enraízan y sostienen la comunidad es el más notable y por el que merecen seguir existiendo, a ser posible conservando la esencia sin contaminantes ideológicos modernos, normalmente disolventes.
Pedro Albendea, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid