En las recientes protestas contra el comunismo en el Perú, algunas personas y grupos salieron a manifestarse con aspas de Borgoña. Esto generó curiosidad entre los peruanos y cierta polémica. Algunos medios los entrevistaron de forma amistosa, mientras que otros los calificaron como grupos de choque de la ultraderecha.
Incluso un congresista electo se refirió a los hechos con las siguientes palabras: «…y los paramilitares blandiendo banderas de Bolonia (sic), que son las banderas blancas con las aspas de rojo, y por las calles gritando (…) que sacarán las tripas y los corazones para darles a los perros y que ellos beberán la sangre…». En la entrevista concedida a Marisel Linares, el virtual parlamentario Héctor Valer no dudó en ser tajante: «Esa es la ultraderecha».
Independientemente de esa polémica suscitada, vale la pena preguntarse qué son las aspas de Borgoña y si éstas podrían por ventura ser relacionadas con alguna ultraderecha destripadora.
San Andrés Apóstol fue martirizado en un aspa de madera. A esta se le llamó «Cruz de San Andrés». Al ser este Apóstol patrono de Borgoña, fue utilizada, con sus característicos nudos, como símbolo de este ducado. En los siglos XV y XVI ocurrió una querella de sucesión entre la monarquía francesa y María de Borgoña, esposa del emperador Maximiliano I. El hijo de la emperatriz, Felipe el Hermoso, se casó con Juana La Loca, hija de los Reyes Católicos; y así llegó el aspa a España, llevada por el yerno de los gobernantes, pues él la usaba como símbolo propio, al igual que su madre.
De esta suerte, el hijo de este matrimonio, Carlos, heredó de sus abuelos maternos España y sus territorios ultramarinos, extendiéndose la Cruz de San Andrés a América. El Perú fue descubierto y conquistado durante el reinado de este monarca; y así, desde sus orígenes, tuvo el aspa roja sobre el fondo blanco como símbolo.
Y ondeó por todo el Imperio, desde Madrid hasta Filipinas, del Perú a la Florida. Fue el emblema de España, de sus monarcas y de sus reinados. Fue el símbolo de grandes victorias, tales como Pavía y Empel; tragedias como la de La Gran Armada y derrotas como Rocroi. Grandes capitanes, generales y nobles lucharon por la gloria y expansión de la Christianitas Minor bajo esta bandera, y muchos soldados derramaron su sangre en defensa de Dios, los reyes y la patria. La cruz roja del apóstol sobre el fondo blanco fue la insignia de la Monarquía universal Católica, que fue la primera potencia mundial durante dos siglos. Luchó mano a mano junto con el Papado, en su cruzada contra la Reforma y los enemigos de la fe, enviando misioneros para cristianizar el Nuevo Mundo, algunos de los cuales derramaron su sangre por proclamar el Evangelio.
Y tras la caída de América (y España) bajo el Liberalismo, fue usada por la Christianitas Mínima: el Carlismo. Y aunque otros grupos (generalmente revolucionarios de derecha, o nacionalistas) se apropiaron de ella, los únicos que pueden blandirla legítimamente son los tradicionalistas políticos, porque son los únicos verdaderos continuadores de la batalla contra la modernidad: contra Lutero, Maquiavelo, Bodin, Hobbes; contra el pensamiento de Westfalia y sus rupturas; y, especialmente, contra la Ilustración, el Liberalismo y el Comunismo. Son los continuadores del Reinado Social de Cristo y defensores de la Unidad Católica: los únicos auténticos hispanistas.
San Andrés, ruega por nosotros.
Jorge Pablo Martínez Díaz, Círculo Blas de Ostolaza